domingo, 3 de julio de 2011

Veleta. El día en el que tocamos el cielo










Quién nos lo iba a decir. Hace 5 años nuestro reto era superar los 100 metros de desnivel de la subida a Cotorredondo, Arroyomolinos, desde el rio Guadarrama, 2 kilometrillos y pico con sus rampas arcillosas que se agarraban a nuestras cubiertas “tioga”, apretando los dientes e intentando no descolgarse de la rueda del de adelante, que normalmente era la de Santi… y al final, inevitablemente se acababa separando, como el testigo que pasa de un corredor a otro en los relevos de atletismo. Épicas en miniatura con bicicletas de aluminio 6001, componentes de lo más básicos y rastrales en lugar de pedales automáticos.
Echo la mirada atrás y veo caras sonrientes, fotos absurdas, presumiendo de hacer 35 kms en dos horillas, y ni que hablar de la equipación. Que parece que hemos ido a la iglesia a por la ropa, y le hemos cogido el cullotte a Francisco Mancebo, el maillot a Marino Lejarreta y el casco a Laurent Fignon. Jamás pensé que 5 años después estuviéramos nosotros dos, con equipación gore-tex, guantes windstopper y ruedas permafrost, y habiendo cambiado los chaparros del parque regional del Guadarrama por los neveros eternos de Sierra Nevada. Que estuviéramos tan arriba.
4 horas de ascenso, eternidad para todos aquellos que se lo cuentas, pero no para nosotros. Quizás han sido las 4 horas más rápidas de mi vida. Igual de rápido que han pasado todos estos años sobre el sillín, tan duro como los umbrales de las puertas de nuestros pueblos veraniegos. Ahí si que nos tirábamos horas y horas sentados jugando a la cuatrola, a los playmobil y un poco más adelante a la maquinita del tetris. Que felices éramos con tan poco y en realidad que felices podemos seguir siendo con tan poco. Porque sí, hoy soy feliz por donde, como y con quien he llegado. No necesitamos de mucho para sentirnos plenos…bueno sí, de una bici medio en condiciones, algo de viento a favor, un gps que te indique que ya has superado la barrera de los tres mil metros, y unas barritas energéticas con más kilocarías que una hamburguesa del Burguer Oskar (con huevo incluido)
El Veleta es quizás a lo máximo que se puede aspirar en el mundo ciclista europeo. Es lo máximo porque es la carretera asfaltada más alta de Europa, porque es la subida con más desnivel del viejo continente y porque en ella se puede disfrutar de todos los paisajes europeos y más concretamente del ibérico. Son 40 kms en los que pasas de lomas y barrancos pelados y áridos, a pedalear entre olivares, disfrutar de la umbría de sus numerosas curvas de herradura donde el aroma a higuera y zarzas te hacen recordar que estas en Andalucía. Para luego pasar a dehesas en lo alto del collado del Muerto, y de ahí a pedalear bajo la sombra de pinos y abetos, hasta rondar los 2000 metros de altura donde la vegetación comienza escasear y va siendo sustituida por arbustos, sabinas y florecillas de alta montaña, que van disminuyendo a medida que ganamos altura mientras pequeñas manchas de nieve al principio, más grandes después y finalmente paredes de hielo de más de 2 metros de altura, flanquean las últimas curvas de herradura hasta donde podemos llegar. 3100 metros de altura. Aquí la máquina quitanieves se quedó sin gasoil o llamaron al conductor para que bajara que su mujer se había puesto de parto. Llegar tan arriba era algo que ni nos planteábamos y ni nos dejábamos de plantear mi buen amigo Santi y yo. Cuando el final está tan lejos solo piensas en arrancar y coger un ritmillo “bueno”.
Así comenzamos a las 8 de la mañana en la localidad de Cájar. Localidad a orillas del río Monachil, palabra muy usada en la subida por esta vertiente, y puente entre Sierra Nevada y la vega de Granada. Decidimos, bueno más bien decido porque en estos casos Santi me delega la responsabilidad por el bien del grupo, que empezamos en este pueblo porque así aprovechamos los primeros kilómetros para “calentar” un poquillo…porque claro, como no vamos a tener suficiente calentón en lo que queda de jornada…maldita épica ciclista!!! Tras estos primeros kilómetros de subida al 5% y con una rampilla al 9% llegamos a una loma donde disfrutamos del barranco del río Monachil y más al fondo, encajonada entre paredes verticales la localidad homónima. Tras ella suponemos la subida, digo que la suponemos porque la carretera no se vislumbra pero si unas montañas afiladas como dientes, un valle sin fondo y un sol que sale tímidamente entre sus laderas escarpadas.
Cruzamos el pueblo tras una breve bajada, que inevitablemente me hace pensar que a la vuelta me va a joder bastante subirla…como así fue. Un grito claro y conciso a un paisano del lugar…”la subida al Purche???!!!”…”zubiendo pó ahí!!!”…y subimor por ahí, ya lo creo que subimos. Esquivando un rebaño de cabras y aplastando sus cagarrutas superamos la primera curva de herradura al 12% y 50 metros después otra a derechas con los mismos dígitos. Así sucesivamente durante 8kms…al principio muy duros y suavizando a medida que avanzamos, pero nunca bajando del 8%. Rápidamente vamos ganando altura y rápidamente nuestros depósitos de combustible van bajando peligrosamente, solo nos queda mirar abajo y ver todo lo conseguido. Ver una carretera serpenteante, con manchitas coloridas balanceándose sobre ella, otros ciclistas con ganas de sudar un poquillo. Preferimos mirar abajo, porque si hacemos lo contrario, veremos unos quitamiedos sobre nuestras cabezas señalizándonos literalmente por donde iremos a cámara lenta, será dentro de un buen rato, supongo…curva de herradura a la izquierda y estamos a la altura de ese quitamiedos, ale por hablar o más bien por jadear. Joder que duro es esto y solo llevamos 5 kilómetros de subida. Santi no para de pedirme datos, kilómetros que llevamos, altura a la que estamos, cuantos kilómetros tiene de subida este tramo, a que altura está la cima. Y yo le contesto con toda la sinceridad que me deja mi cabeza sudorosa. Han sido meses o incluso años mirando continuamente la altimetría de esta subida y me la conozco mejor que el camino al curro. Aprovecho también para comentar que es importantísimo conocer un puerto, para saber donde reservar, donde apretar o donde comer un poquillo. 

Queda poco Santi, pero queda lo peor, porque tras 7 kms de subida viene un tramo suave, al 6% pero al llegar a una cantera la cosa se complica y nos encontramos con un muro de 200metros de longitud al 17%, aquí sencillamente te desfondas, te enriñonas, te cagas en la madre que parió a Panete, la boca se te llena de un sabor cobrizo a sangre y collado coronado. Escucho los gritos de Santi…”Felipe aquello es el Veleta??!!”…miro y afirmo con la cabeza porque no puedo articular palabra…”si tio, allí es…”. Paramos para coger aire, tomas unas cuantas instantáneas, y hacer una panorámica con la cabeza de izquierda a derecha. Granada, valles, barrancos, collado, dehesa y Sierra Nevada. Somos cojonudos y afortunados, hace un día perfecto para llegar a aquellas cumbres nevadas que por cierto, cada vez las veo más lejos.
Primer tramo de la subida conseguido. Fuerte bajada para afrontar una pequeña subida para así finalizar el Collado del Muerto. Esta bajada me va joder bastante más que la anterior cuando descendamos dentro de unas 4 horas. Otra bajadita más tras coronar el Collado del Muerto y desembocamos a la “autopista” a Sierra Nevada. El paisaje cambia por completo. Ahora pedaleamos por un frondoso pinar, en zona de umbría y a la sombra continuamente ya que estamos en el lado norte de la ladera. Hace fresquibiris y Santi me agradece que le haya obligado a llevar unas mallas largas para la bajada…tronko que subimos a tresmil metros de altura…TAS TONTO???!!! Por aquí la subida suaviza excesivamente, es más un falso llano que otra cosa. Pasamos de rampas de dos dígitos a apenar alcanzar el 5%, lo cual no nos viene nada mal para recuperar las piernas. Son ya más de 15kms de subida y estamos entorno a los 1600 metros de altura. Con lo cual, pensándolo fríamente, estamos a la mitad de la subida, pero pasamos de pensar, para qué…
El Dornajo. Cruce a 1700 metros de altura y con 18kms de subida en los gemelos. Es aquí donde empieza la parte más bonita de la subida. Cambiamos la autopista por una carretera más pequeña que nos lleva al Collado de las Sabinas, el segundo tramo de la subida. En subidas tan largas como esta hay que dividirse la misma en tramos o etapas ficticios que nos ayudarán a hacerla más amena y agradecida porque cada tramo conseguido es una satisfacción y objetivo conseguido…cada uno se conforma con lo que puede.
Comienza, aunque en realidad continuamos, una subida de unos 12kms algo más empinados que los anteriores por la carretera nueva a la estación de esquí. Son kilómetros muy constantes al 6 y 7% con algunos picos en sus curvas de herradura al 10/12%. Una auténtica gozada para los amantes del ciclismo ya que el paisaje se hace más alpino, dejando atrás las frondosas masas forestales y deleitándonos con el valle de Maitena que ya queda muy pero que muy abajo. Estamos a 2000 metros de altura y la falta de oxígeno no se hace muy acuciante, quizás nuestra ilusión está por encima de las leyes de la física y la gravedad, ya que a medida que avanzamos más fuertes nos sentimos. Y más cuando sorteando unos montículos giramos a la izquierda, y vemos que ya hemos dejado abajo la estación de esquí.
 Hemos coronado el Collado y ante nosotros aparece una imagen más que dantesca, una recta que se va perfilando entorno a los Riscos de San Francisco. 4 kms de recta al 7 % y agradeciendo que el viento sople a favor, porque si no esto sería imposible. Viento a favor que arrastra unas nubes muy puñeteras desde lo más profundo del valle y que van tapando poco a poco la cima del Veleta, habrá que bajar un piñón y tirar fuerte. Pero también parar y coger aire que estas alturas ya no se puede andar con tonterías. Estirar, comer, beber y volver a estirar.
Superado el Collado de las Sabinas y tras la antes nombrada recta eteeeeerna llegamos a la Hoya de la Mora, donde hay una barrera que impide el paso de los vehículos a motor. Algo que tampoco ha sido un problema hasta ahora. La carretera cambia por completo, ahora está bacheada, con socavones, regueros de agua provenientes del deshielo e imán de nubarrones y brisas heladas. Saludamos el santuario de la Virgen de las Nieves y seguimos para arriba que viene lo mejor. 20 curvas de herradura, una menos que en Alpe d´huez, algunas suaves, otras cerradas, muchas abiertas y alguna que otra entre lenguas de nieve que bajan de la niebla. Como ha cambiado la cosa y que canguele te entra al mirar arriba y solo ver grises y blancos. Nuestro preciado sol nos ha abandonado, pero bueno ya son muchos kilómetros bajo su mirada y teniendo en cuenta que la crema protectora para deportistas factor 50 se ha quedado en Motril, pues como que mejor.
“Santi estamos a 2800 metros de altura!!!”…en ese momento no hay nadie por encima nuestra pedaleando en Europa. No hay ningún puerto más alto ni en los Pirineos ni en los Alpes…aunque a lo mejor en el Cáucaso…pero está la cosa como para ir a Chechenia ahora. Y ni mal de altura ni leches. Seguimos avanzando mientras unos compañeros nos gritan desde abajo, padre e hijo nos alcanzan en sus bicis de carretera, parece que nos van a dejar atrás pero a burros no nos gana nadie. Con ellos continuaremos hasta los 3000 metros de altura. Habrá que estar pendiente de ese chaval que con solo 15 años nos ha reventado a los tres. Les dejamos atrás ya que la carretera se ha vuelto casi imposible para sus bicis. Pedaleamos flanqueados por paredes de pizarra y de hielo a nuestra derecha y un barranco a nuestra izquierda que nos obliga a pedalear bien pegadito a la derecha, y mira que me jode tirar para la derecha…
Parada obligatoria para comer algo. Estamos a mucha altura y hay que tomárselo con tranquilidad. Santi me calienta la cabeza durante toda la subida con su famoso sándwich de membrillo que le va a dar la energía suficiente para conseguir el objetivo. Pues bien, el sándwich se lo ha dejado en Cájar, así que mi maravilloso sándwich de lomo con queso lo tengo que compartir con un tio que se me acerca a mí tal Armstrong pisando la luna, mientras que yo sentado me recuerdo a Yuri Gagarin a su llegada de su paseíto espacial…estamos como para hacer el “moonwalker” de Michael Jackson. El mal de altura nos está dando por saco ya un poquillo. Así que nos volvemos a montar sobre nuestras burras, hay que continuar…dos curvas más de herradura, llegamos a las “posiciones del Veleta”, lugar que se utilizó en la guerra civil para controlar a no sé quien, porque como no fuera a los buitres… y unos metros más adelante la nieve nos dice que hasta aquí hemos llegado.
 Nos encontramos a 3200 metros de altura. No pasa nada porque la gesta ya está hecha. Nos hemos quedado a 2 kilómetros de la cima y tras 38 de subida eso es lo de menos. Hemos coronado espiritualmente. Nada más bajarnos de la bici nos hemos fundido en un abrazo y alguna que otra lágrima se nos ha escapado porque, coño, esto no se hace todos los días. Te enorgulleces de ti mismo, de tu compañero y de la buena compra que hice en la sección de bicis de El Corte Ingles. Llamada a aquellos colegas “especiales” que aprecian y comprenden estos sufrimientos gratuitos. E inevitablemente recuerdas a una persona que hace unos años subió un poco más arriba con mucho más sufrimiento y que se habría sentido muy orgulloso de haber recibido una llamada mía desde donde me encontraba. Que bonito es sufrir por algo que te gusta. Si no, no se alcanzarían estas metas ni tendrían el mismo valor.
Solo puedo dar las gracias a Santi por acompañarme en estas locuras, y por qué no, darme las gracias a mi mismo por ver en este deporte algo más que eso, ver una forma de vida y un motivo para sonreir e ilusionarse día a día.
Tras 4 horas de subida viene una de bajada, tras ir a 8 por hora toca bajar a 70 y tras abrirte el maillot para que te entre el aire que te falta toca ponerse un periódico en el pechito.
Miramos abajo y por primera vez, y creo que última, nos saltamos el ritual de mirar abajo y disfrutar de lo que hemos conseguido, del ascenso, de ver donde comenzamos la subida. Simplemente no lo hacemos porque está muy lejos, está a un mundo, porque allí ahora mismo hace calor y luce el sol, y aquí necesitaríamos el gore tex para sobrevivir.
Ahora a bajar y a rezar porque los frenos estén en óptimo estado, y no nos distraigamos en ninguna curva.
Hoy hemos tocado el cielo con nuestras manos