miércoles, 1 de junio de 2011

El Viajde de mi Vida. Etapa 8






Estás cerca y a la vez estás lejos. Eso es lo primero que he pensado al levantarme. La verdad es que las fuerzas ya flaquean. Son muchos días con la misma rutina...levantarte, buscar algo digno que ponerte...es decir, lo que menos huela a humanidad, enrollar el saco, pelearte con la multitud de bolsas que separan las distintas prendas, que ya por cierto, están mezcladas unas con otras, lo blanco con lo de color, lo sucio con lo más sucio...mirar alrededor y ver como todos andan medio igual. Me siento en el catre y miro el estado de carga del móvil, mp3 y el gps...lo observo detenidamente, 600kms, tropecientas horas sobre la bici. Los tiro sobre la cama, apoyo mis codos en mis rodillas y mis manos sujetan mi cara mientras miro al suelo, mis piernas curtidas y tostadas al sol, y desprendiendo un fuerte aroma a reflex...solo un pensamiento pasa por mi cabeza...Estoy hasta el mindri...
Salgo al patio donde he guardado la bici y toma que toma...pinchazo en la rueda de atrás. Ale, a abrir todo el equipaje y buscar donde leches he guardado las cámaras de repuesto. Arreglar un pinchazo no es difícil, pero a las 8 de la mañana, tras 8 o 9 días de bici, en la rueda de atrás que te obliga a quitar el transportin y el equipaje, y sin desayunar...pues como que jode.
Una hora después salgo del albergue con un solo pensamiento, hablar con Fabio Briattore para que me cambie el equipo de mecánicos porque no se puede perder una carrera en un cambio de ruedas en boxes.
Menos mal que me voy a pegar un homenaje en el bar de al lado. Tostadas con tomate y cafelito. Y efectivamente, cafe, tostada y tomate natural...tan natural que me lo dan con árbol y todo. Y diles algo a estos galegos, mientras afuera estan sus juventudes borrachas jugando al futbol y hasta el culo de farlopa. Que guay es todo.
Con el dolor de pompis que tengo, más que preocupante, con las piernas con más tensión que la zona de Gaza y Cisjordania, la cabeza en otro sitio y el desayuno de campeones que me he tomado, me planteo hacer una veintena de kilómetros y ya veré si me quedo por ahí a dormir. Psicológicamente estoy hundido y es curioso porque estoy cerca, leches!
Y con ese pensamiento cicleo durante no ya 20 kilómetros, sino 40, 50, 60... No sé si será la música que llevo puesta, que la verdad, me dá todo el people-have-the-power, el cruzarme con centenares de peregrinos o el conocer el terreno. Pero ahí estoy, subiendo cuestas que parecen ríos, atravesando castañares y hayedos, esquivando babosas que perfectamente me podrían hacer volcar...y observar desde unos de los múltiples altos de la jornada la localidad de Portomarin, a orillas del Miño, e imponente su iglesia de corte más que estraño destacando por encima del resto. Bajada loca loca, cruzar el puente sobre el río y cuestecita de 5 kms en la que voy adelantando a multitud de bicigrinos. Estoy fuerte y los dolores forman parte del pasado.
Lo de cuestecita se transforma en subida de más de 10kms en los que voy trascurriendo por un páramo desde donde se divisa toda la comarca, decorada y adornada por tonos morados, amarillentos y verdes. La primavera trompetera ha llegado también a estos lares.
Bajada a Palas de Rei donde hago acopio de víberes en una tienda mítica donde las halla, el clásico ultramarinos regentado por señora mayor con delantal azul, que seguro que si viajo al abril de 1977 tiene el mismo delantal, el mismo corte de pelo y la misma romana para pesar los plátanos y las manzanas.
Me siento en un umbral y veo pasar a coreanos, alemanes, ingleses, franceses y españoles???...españoles pocos, así que me pongo a parlotear con un italiano, me cae bien y sabiendo que hoy termino por mis santos memoles, le doy los isostares que tengo porque el pobre hombre estaba en reserva. Recomendándole también que a 20 grados, lo de llevar un abrigo cold stopper como que no. Yo regalando comida cuando seguramente la vaya a necesitar al girar la esquina.
Continuamos. Siguiente destino, Melide, el pueblo del pulpo. Pero esta vez pasaré de largo del mismo porque no me trae muy buenos recuerdos de veces pasadas. Un poco caro, el restaurante hasta arriba y a ver quien vigila la bici en la calle. Sorteando coches y transeuntes salgo del mismo, cuesta abajo, paro en un lavadero antíguo y disfruto de mis piezas de fruta y galletas de chocolate. Arrancamos sabiendo que ahora viene lo peor. De aquí a Santiago se alternan fuertes bajadas con peores subidas. Subidas que me sé de memoria, cuestas que salvan desnives de más de 100 metros en menos de un kilómetro. Cuestas a la sombra de eucaliptus que te hacen polvo los gemelos, que tensionan tus manos en el manillar, que hacen rechinar los dientes y que obligan a un gasto mayor en el mp3, porque esto hay que hacerlo con la música a todo volumen. Cada cuesta es un paso más cerca al destino. Destino que sinceramente, pensaba que no lograría.
Llegada a Arzua, ultima localidad importante antes de Santiago. Cafelito y napolitana. Son las 5 de la tarde y faltan aún 40kms. El calor arrecia. Que buen tiempo me ha hecho todos los días joder.
Más eucaliptus. Pistas en muy buen estado. Tramos de carretera. Muy poca gente. A estas horas los peregrinos ya buscan sitio en los albergues. Pero yo continuo. Los que vamos en bici alargamos la jornada y yo la pienso alargar hasta el final. De aquí al final una sonrisa adorna mi cara. Faltan unas cuantas cuestas más pero 3 son las jodidas. San Paio es durísima. Lavacolla al principio casi imposible y al final muy llevadera. Y el Monte del Gozo que tiene un tramo de 200 metros en los que te planteas muy seriamente echar el pie a tierra.
Es en la subida a Lavacolla donde me emociono al coincidir con un chico brasileiro (brasil ha sido el pais dominante en este viaje), el chico también salió de Sarriá y lo llevaba jodido como yo, pero fue la música y ver el final tan cerca lo que le dio fuerzas. Nos quitamos los dos los auriculares, nos dimos ánimos, le empujé un poco porque la verdad iba muy atrancado, se emocionó, bajó un piñón y...se rompió, le reventé, paró y me saludó deseandome un feliz final como yo a él. Más tarde nos veríamos en la plaza del Obradoioro y nos fundiriamos en un abrazo. Que viva el rollo bollo.
Última subida, Monte del Gozo. Llamado así porque desde allí se atisba ligeramente las torres de la catedral. Una gozada pero también el final del camino. Las ganas de terminar se mezclan también, con él "bueno pues ya hemos llegao". Paso al lado del mayor albergue del camino, y la gente te anima, saben lo que es llegar, lo que es el viaje y ahí sí que me tocan en la patata y rompo a llorar. Bajada vertiginosa a la carretera y entrada en la ciudad por el barrio de San Marcos. Paro y selecciono la mejor canción de todo el camino. Balobashi de Mike Monday. Para mí un tema perfecto, minimal contundente con multiples melodías que van apareciendo progresivamente y que se van complementado y enriqueciendo la canción. Como mi viaje. Y sí, ya sé que si alguien escucha esa canción dirá que es pumba-pumba y que si no tiene letra pues vaya mierda. Me da igual, es un temazo.
Adelanto a unos cuantos bicigrinos que estaban un poco perdidos y les digo que me sigan, que me sé el camino. Y lo hacen. Llegamos a un semáforo que nos separa de nuestro final y la verdad que las ganas de saltárnoslo son grandes, pero basta que hagamos eso y la liemos.
Entro por la Puerta del Camino y subo por la Rua de Casas Reais sorteando turistas, bajada por otra de sus ruas y entrada en la Plaza del Obradoiro bajando por unas escalinatas que dan directamente al parador nacional. Me tengo que bajar de la bici porque si no me escoño. Las gaitas suenan por doquier llenando mis oidos, hinchando mis pulmones, levantando mis manos, mirando al cielo...esto va por ti. Pego un grito de alegría, pido a la gente un aplauso y me lo dan. Freno y beso mi bici. No pensaba que llegaría, ni yo ni ella. Cojo el móvil y llamo a todos aquellos que me han ayudado, que han estado pendiente de mi..."que grande eres coño!", se repite continuamente y que grande sois vosotros. Miro esa imponente fachada. No creo en el dios por el que hicieron construir esta mole de piedra, pero si creo en la gente que la construyó, en la gente que se "inventó" este camino, y en la gente que lo ha transformado no como una peregrinación a una ciudad, a un santo, sino una peregrinación hacia uno mismo. En esta pequeña franja del planeta, de centenares de kilómetros de largo por unos cuantos metros de ancho aun creo en la humanidad y en la bondad del hombre. Donde desconocidos confian sus enseres, sus sueños, su pasado, su vida a otros desconocidos que tan solo compartirán con ellos unas horas, por la simple satisfacción de un gracias, un hasta luego o un buen camino.
Hoy han sido 120 kms de emoción y de fuerza "vital". Ahora mismo estoy reventado y solo pienso en buscar una cama y descansar, que mañana toca otra etapa...la peor, la de volver a la dura realidad.
No sé cuando será pero volveré a hacer este viaje solo, y os lo recomiendo a todos. Ahora a esperar a mi buen amigo Toni, que me recoja, que me lleve a su casa, que tome una ducha en condiciones y me acerque a un Pull & Bear a comprarme algo de ropa, que este chandal y esta sudadera están apuntito de contarse un monólogo.
Muchas gracias a todos los que me cogíais el teléfono en cualquier momento del día. Gracias a esos comentarios en el facebook,a esas teleayudas para arreglar algun desperfecto. Y a esos empujones que me dábais en la distancia cuando ya no podía con mi alma.
Ya lo decía un famoso ciclista. En otros deportes te cansas, en el ciclismo se sufre, pero bendito sufrimiento.