jueves, 21 de abril de 2011

El viaje de mi vida. Etapa 3











Nos acostamos pronto, aproximadamente a las 11 de la noche. Mi compañero a las 11:05 estaba durmiendo, y a las 11:06 ya estaba roncando, menos mal que me avisó y me recomendó que durmiéramos con una cama de por medio para que no me molestara sus ronquidos...y por todos es sabido que las camas y en especial las literas, son unos elementos aislantes cojonudos. Así que al principio me pareció gracioso pero luego ya era como en los dibujos animados, una habitación a oscuras y unos ojos abiertos, con unas venitas rojas irritadas. A las 6 de la mañana Ovidio se preparó y marchó una hora después, ahí aproveché para intentar dormir un par de horas en condiciones y vuelta a la rutina...abrir y cerrar de cremalleras, ruido de bolsas, buscar una muda seca, calcetines limpios y directo al bar para desayunar como es debido.
Es la tercera jornada y ya empieza uno a resentirse físicamente. La verdad es que de fuerzas andaba bastante bien, quizás mejor incluso que al principio, pero en cuanto al tema posaderas...cada vez que montaba en el sillín me venía a la cabeza la imagen de los culitos de los chimpancés, rojos, hinchaditos y bastante asquerosillos, la verdad...
Al no haber ninguna guía escrita de este camino, yo durante un árduo y duro proceso de documentación sobre el mismo, la noche anterior antes de salir de Móstoles me apunté las cosas a tener en cuenta, hostales, albergues, tiendas bici, kilómetros, puertos, etc... puntos peligrosos y posibles errores que cometería.
Uno de ellos se encontraba en esta etapa. Me adentraba en la Tierra de Pinares, una zona reforestada de Castilla en la que al igual que se practica el cultivo de secano como el de regadío, también se plantan pinos, y por favor no hagamos bromas al respecto. Así que, yo que me esperaba paisajes secos, yermos y sin sombras, resulta que me encontré auténticos vergeles y oasis en mitad del desierto. Y os preguntaréis donde está el peligro de los pinares...pues no en ellos, ni en la posibilidad de que te callera una piña encima, sino que al ser una tierra de aluvión (no de alubias grandes), donde confluye cantidad de ríos nacientes en el Sistema Central, pues la tierra y los caminos son auténticos bancos de arena. Los caminos se convertían en verdaderas dunas, siendo imposible pedalear y yendo más de una vez al suelo sin darte tiempo a quitar el pie de la cala.
Recomendaban ir por la carretera, pero era por la mañana y tenía ganas de perder el tiempo, con lo cual derechito a los caminos entre pinares. Y bueno, a veces era bastante frustrante el poner pie en el suelo, andar 1 km con arena hasta los tobillos pero también era de agradecer el poder respirar los olores de un pinar en primavera, oir los pájaros carpinteros, el cantar del cuco o que te sorprendiera el batir de alas de un águila despistada casi encima de mi cabeza. A todo esto me encuentro con mi "buen amigo" Ovidio, no puedo evitar pararme con él, darle un toquecito de atención, preguntarle como su mujer sigue viviendo con él, y compartir unos cuantos dulces y un trago de zumo. Una foto de despedida y sigo con mi camino.
Durante kilómetros transcurro paralelo al río Eresma, el cual forma un profundo cañón en mitad de la llanura castellana, y provocando una mezcla de bosques de rivera, encinas y pinos a sus márgenes. Sin darme cuenta, ha sido mi compañero y lo será durante muchos kilómetros, desde su nacimiento en Valsaín hasta su desembocadura cerca de Tordesillas.
Atravieso la monumental localidad de Coca, aquí es donde dormirá Ovidio. Son unos 25kms desde que he salido y le admiro, porque en bici es duro, pero andando el camino es duro y eterno.
Según la guia hay una bajada suave hacia el río Voltoya y de ahí una subida igual de suave y se continúa por la llanura castellana...y unas narices, que en esa cuesta creo que me puse a hablar en paralelo con una hormiga, y la tía iba cargada con una cáscara de pipa y todo...
A partir de ahí nada de nada...rectas y más rectas, atravesar de pueblos semiabandonados, establos, más rectas, una discoteca en mitad de la nada y con muy buena pinta "Studio 54". Miré el gps, 30 kilómetros de apenas nada, viéndome en la obligación de avisar al bueno de Ovidio, de que comprara de todo en Coca porque por allí solo iba a vivir de piñones, espárragos trigueros y el agua de los charcos.
Creo que la edad media de las personas con las que me crucé rondaba eso...La Edad Media, una auténtica pena el abandono del campo hacia las ciudades, aunque dicen ahora que con lo de la crisis la gente se vuelve para el campo, aunque yo creo que es para robar cobre, melones y borregos.
Y en mitad de ese aislamiento del hombre veo una recta larga, un camino que parece en buen estado, a su izquierda cultivos verdecitos y a su derecha el barbecho y un sistema de regadío, parece que con poco uso. Pero es como cuando a un animal capullín se le pone un trozo de carne jugosa encima de unas hojitas verdes y virginales, se mosquea, olisquea, mira alrededor y al final puede su hambre y su ego y salta a por la comida fácil....ZASSSSS...agujero en el suelo y ahí se queda. Pues a mi me sucede algo parecido, pero sin comida ni nada. Fueron no más de 200 metros, yo con mi musiquita technohouse a tope, cuesta abajo, la la laaaaaa... y noto que no avanzo, que algo me tira para atrás, algo me salpica las piernas, los brazos, la cara...barro, barro en cantidades industriales, tanto que la bici se atranca, la cadena desaparece en el lodo, hay tanta tierra en el transportin que la tengo que quitar a dos manos, vamos que podía haber hecho una tinaja. Al fondo veo a un labriego con su tractor John Deere, le hago gestos con las manos para que se acerque, y el tío muy majamente lo hace. Sin parar el tractor y mucho menos bajarse me dice que el único sitio con agua por allí es una gasolinera que está a unos 5 kilómetros, asi que nada, 5 kilometros andando y cagándome en todo. Aprovecho para explicar que si me hubiera puesto a dar pedales, me habría cargado cadena, rodamientos...y por allí no había muchas posibilidades de encontrarse con otro Javier de Valsaín. Pues nada, 5 kilómetros aguantando moscas, avispas, ruido de coches y rezando que en la gasolinera hubiera lavado a presión.
Solucionado el tema y engrasada la bici, prosigo la marcheta. Es el mediodía y el calor aprieta. Llego al río Duero a su paso por Puente Duero, y me meto un platazo de macarrones con chorizo que quita el sentido. La verdad es que estoy feliz. Al principio empecé con un nudo en el estómago, angustia por el que pasaría y sobretodo, si lo que pasara se podría solucionar, averías, lesiones, caidas o perderse... Y al ver que todo ello, efectivamente, me estaba pasando pero aún así lo iba afrontando, solucionando, solo o con la ayuda de la gente, te hace ganar en confianza y a su vez en disfrutar del viaje.
Es en estos momentos, cuando te da por filosofear, no por culpa de los macarrones, si no porque estás comiendo solo, en un sitio desconocido y tu única compañía es la cámara de fotos, el gps y el móvil. Es ahí cuando aprovechas para llamar a todos los amigos que estan pendientes de mi, que igual que se sorprendían de mis avances y mis aventurillas, yo también me sorprendía y me emocionaba al escucharles y sentir su cariño y aprecio hacia mi. Gracias a Auñon, Santi, Txetxu, Txurren...
Bueno que me pierdo... y me perdí de verdad. Al llegar a Simancas, que muchos lo conoceréis por ser el lugar donde está el archivo real, y que yo lo recordaré por la cuesta del 10% para superar la depresión producida por el río Pisuerga. Yo no sé si en esa cuesta, con los macarrones todavía atravaseando el duodeno, nublaron mi vista, pero perdí de vista las flechas amarillas, empecé a preguntar a los paisanos, pero por allí solo estaba el Pali, el Fandi y el Vaquilla buscando algun poblado chavolista. Así que tiré de mis mapillas arrancados de la guia campsa del 97, mi poder de orientación y de mi manía como hombre de no volver a preguntar. Miré el mapa, miré la carretera, volví a mirar el mapa, lo guardé y dije..."por ahi!"... y despues de atravesar la Tierra de Pinares me comí todos los Montes Torozos, que no son muy altos pero si muy puñeteros, di un rulo de unos 20kilometros, subiendo dos puertecillos que no tenía por qué haberlo hecho. Y os preguntaréis por qué lo sé, pues muy sencillo, porque pregunté a dos ciclistas a posteriori y los muy majetes me indicaron por donde ir y me recalcaron que lo que había hecho era una estupidez, en otras palabras, pero una estupidez al fin y al cabo.
Eran las 6 de la tarde y quería recuperar lo perdido en el primer día, con lo que continué un poco más. Error. Apunté mal un albergue y después de pasar el pueblo donde tenía planeado dormir, decidí dormir en el siguiente que también tenía albergue...pues no, no lo había y aparte para llegar a ese pueblo, no lo hice por otro sitio que recto, como los burros, asi que sendero al 20% entre piedras, me bajé de la bici, cagándome en el pueblo, en el sendero, en mi y en el pavo que se estaba fumando un porro a la entrada del pueblo y quien me dijo que el próximo albergue estaba a 20kms...
7 de la tarde y un poco agobiado, tiré de carretera, apreté los dientes y los ultimos 20 kilometros los hice a tope con temor de que cerraran el albergue o vete tu a saber. Acerté con ello, porque el albergue estaba abierto, ya que el que lo cuida vive al lado, pero el único bar del pueblo estaba cerrado y lo lleva un abuelete, que si llego un poco más tarde el pobre hombre se habría acostado y habría cenado entonces barritas muesli con un ciruela reseca.
Bar Oasis, te cagas, y dentro como si estuviera en la serie "la señora". De cenar la mujer del abuelete me hizo filete de lomo con dos huevos, no había más para elegir y me sentó de miedo, les cogí el mando de la tele, puse el inter-barÇa de la champions, la gente del pueblo vio que estaba abierto el bar y se metieron a verlo, unos chavales de 15 años se pusieron a mi lado a verlo y beber anís, la abuelita a mi izquierda se me quedó dormida, el abuelete diciéndome que esa tierra estaba abandonada a su suerte, y yo asintiendo porque era y es verdad.
Les dejé en su bar Oasis, paseé por las calles del pueblecillo, Castromonte, en su día un pueblo importante, hoy sombra de lo que fue, charlando con Auñon y despertando a todos los perros del pueblo. Y dándome cuenta que lo que no quería era ir a dormir, porque el albergue era un antíguo colegio de la república, con capacidad para 20 personas y estaba solo... Iker Jimenez ha hecho mucho daño en mi cabecita y solo veía niños de la guerra paseando con babys y arrastrando cadenas...
12 horas sobre la bici. 130 kilómetros. Amanecí en Tierra de Pinares, viendo en la lontananza el Sistema Central, atravesé los Montes Torozos cerca de Valladolid, crucé el rio Duero y finalicé en la Tierra de Campos, observando a lo lejos la Cordillera Cantábrica. Gelocatil, galleta de chocolate, trago de aquarius y cadena Ser a tope para no escuchar nada en esta sala.