viernes, 8 de noviembre de 2013

Perico 2013


Ya está…se acabó, justo para la hora de comer. Son exactamente las 15:19 y lejos queda esa salida a las 8:00 de la mañana del acueducto de Segovia. Me encuentro totalmente perdido, desolado, agotado y casi hundido. Necesito que alguien me coja la bici, que me guíen, ducharme, comer… no, en realidad no necesito nada de eso, solo quiero abrazar a un ser querido, que me dé la enhorabuena y decirle al hombro: “por fin, lo he conseguido, ha sido muy duro pero aquí estoy y, sí, el año que viene volveré a estar aquí”
Pero no, no hay nadie y es ahora cuando me viene el hombre del mazo, miro a la gente pasar, duchados, con sus bicis apunto de guardarse en los coches, con un plato de arroz en una mano y una cerveza en la otra, con sus personas queridas y yo busco desesperadamente a mi grupeta, al Club Ciclista Mostoles, han llegado todos antes que yo, supongo…
Quiero contarles y que me cuenten, porque desde las 8:01 no les he visto, se nos han metido entremedias 1900 ciclistas, la complicada salida empedrada de Segovia, 170 kms, 4 puertos de montaña, 3200 metros de desnivel y alguna que otra trampa.
Quiero contarles que esta prueba no comenzó a las 8:00, ni a las 5:30 (hora a la que me levanté), ni a las 23:30 de la noche anterior, hora en la que regresé de las fiestas de mi pueblo, con unas cuantas copas y cañas en el cuerpo, algo que no creo que sea muy bueno para una prueba como esta. Como creo que tampoco comenzó semanas atrás mientras coronábamos mi fiel Santi y yo los colosos pirenáicos, ni por supuesto comenzó cuando hace más de un año me compré mi querida “flaca”. Esta prueba comenzó en mi cabeza cuando, siendo un criajo dejaba de hacer lo que hacía cualquier niño de mi edad en verano, es decir,  ir a la pisci a las canchas de futbol o simplemente gamberrear en el parque, prefiriendo quedarme en casa, encender mi televisión Sharp de acabado en madera y, desde primera hora, ver la etapa reina del Tour, a Perico subiendo el Tourmalet, enriñonado, de cuneta a cuneta, esquivando al público, coronar, colocarse el periódico en el pecho, darle la vuelta a la gorrilla y lanzarse en busca de la gloria y la fama.
Pues bien, ahí estamos, 5 mostoleños a la sombra del acueducto, como siempre, llegando tarde a la salida, y colándonos para no salir de los últimos… el mostoleño es así. Al fondo vemos a Perico con Oscar Freire, Flecha y algún que otro figurín más, felices, de cháchara, como si con ellos no fuera la cosa, mientras que nosotros no paramos de fijarnos, al menos yo, en los que nos rodean, bicis millonarias, piernas perfectamente depiladas y formadas, zapatillas de carbono, maillots hechos a medida… qué coño hago yo aquí, me va a adelantar hasta Bahamontes. Dan la salida y pido un último abrazo a los mostoleños, deseándonos suerte, fuerza, precaución en las bajadas, y por supuesto que reservamos una pizca de fuerza, es decir, que seamos un poco italianos, que tire otro antes que tú.
Dos pedaladas y los he perdido, se me meten tíos y tías por todos lados, me faltan ojos para controlar todos los flancos, y las calles empedradas de Segovia no es el mejor lugar para pedalear por primera vez en mitad de un pelotón… me siento un poco Alex Zulle. Me olvido de mis compañeros y me centro en mi integridad física y en esquivar los primeros pinchazos y salidas de cadena. Se nota que hay nervios, tensión y miedo, lógico por otra parte, son 170 kms, 3 puertos de 1ª y un puerto de 2ª. Escucho a veteranos y no tanto, que esta prueba es de las más duras de España, incluso más que la Quebrantahuesos… vaya vaya con Perico, la que ha liado.
Y sin darnos cuenta ya estamos fuera de Segovia y miro por primera vez mi querido Garmin… 160ppm!!! Dios mío, como puedo ir así ya, lo achacaré a los nervios pero, voy cuesta abajo y llevo el corazón como si estuviera subiendo unas rampas del 7%. Con esto quiero mostraros que sobre la bici, como en cualquier otro deporte de resistencia, aunque estés rodeado de mucha gente, en realidad estás solo con tus pensamientos y tus sensaciones. Tu cabeza puede ser tu gran aliada pero también tu peor enemigo, y debes tener controlado tanto los momentos de euforia como los bajones. Y a todo esto, ¿qué ocurre fuera de mi cabeza? Pues que hemos llegado a la localidad de la Granja y es aquí donde comienza la subida a Navacerrada, pasando el enorme pelotón de ser una gran serpiente de 1900 cabezas a pequeños grupos de centenares de ciclistas. Me he enganchado a una grupeta de vascos que me llevan a 30 km/h en las postrimerías de Navacerrada. Tan rápido vamos que hemos alcanzado otro gran grupo en el que veo que lo encabeza mi gente, intento hacer un esfuerzo por alcanzarlos pero hemos llegado a Valsain, y es aquí donde el puerto es puerto, donde pasamos de rampas del 3% a rampones superiores al 10% tras cruzar el río Eresma.
Levanto el pie, y dejo que me adelante quien quiera. Hace un mes me subí este puerto, tras 100kms de ruta y sé lo que es. Ahora estoy fresco y puedo subir a 15 km/h o más pero hay que guardar, siempre hay que ahorrar, nada de subir por encima de tus posibilidades. Ante mi tengo las 7 revueltas, que en realidad son 6 curvas de herradura, donde rateo un poquillo, tomándolas por fuera para luego meterme al interior de la curva, es decir, esquivar la mayor pendiente que hay por el interior de la curva, pero bueno, aquí tenemos el tráfico cerrado y podemos hacer estas tonterías, porque queridos amigos, son tonterías….
Poco a poco vamos ganando altura y la subida se hace entretenida gracias al curveo, el paisaje, la novedad de la situación y por supuesto, gracias a la cantidad de ciclistas que te rodean. Ver como coges a uno que a su vez te vuelve a dejar, demostrando que nadie ha cogido todavía su ritmo, que te ves con fuerzas y aprietas y a la vez levantas el pie porque sabes que no debes hacer eso…que está mal!!! Y sin darte cuenta ves al fondo los edificios de la estación de esquí, la bola del mundo e incluso Cotos. Queda un kilómetro para coronar, para mí el más duro de esta subida, ya que llevamos aproximadamente 11 kms de puerto pero casi 30 kms de subida desde Segovia, y una horita y pico de esfuerzo. Lejos quedarán los gallos de la carrera, esta es otra prueba, la de la superación, la del ahorro energético, la de notar el aliento de familiares de extraños animando a todo el mundo, te aproximas a la cuneta para recibir su calor, porque aunque sea 18 de Agosto, por aquí arriba no superamos los 15º y toca
bajar. Bueno, primero toca mear y luego ya veremos.
Coronado queda el puerto más alto de la jornada pero no el más duro, y mientras me concentro en orinar, en ser lo más rápido en ello, miro atrás y veo como no paran de pasar ciclistas y más ciclistas, pero aquí mi cabeza hace de aliada y me dice que “tranquilo, ya mearán ellos ya…”. Ahora hay que aprovechar para comer mucho y beber aun más en el falso llano que conduce de Navacerrada a Cotos, ya que luego la bajada de Cotos no dejará tiempo para nada. Y mientras ciclistas de otras provincias me adelantan como auténticos condenados ingiero barritas, plátanos y bollos con chocolate como si no hubiera un mañana. Ellos no saben que tras estos 7 kms en los que hay que dar pedales ya que la pendiente negativa es casi inexistente, vienen después 14kms de bajada rápida, peligrosa, de curvas que se cierran en el último momento, con el tráfico abierto, en carretera bacheada y llena de sombras, en donde será casi imposible soltar las manos del manillar.
Es aquí donde me lanzo y comienzo a adelantar ciclistas, aprovechando que me conozco el puerto como nada, y sabiendo hasta donde se encuentran los baches más gordos. El problema es que siempre he bajado solo y aquí lo hago con decenas de tíos, y más de uno me la lía, pero bueno, ya hemos llegado al monastario de El Paular, y empiezan a formarse los grupos de ciclistas de niveles físicos parecidos, y memorizo inconscientemente maillots, dorsales y caras. Valencianos, vascos, madrileños, asturianos, italianos, franceses…me dejarán en Morcuera, los cogeré en Canencia, nos hundiremos todos en Navafría…
Llegamos a Rascafría y, atención, está en fiestas y recibiéndonos los borrachos en sus calles adoquinadas gritando “EPO EPO, BIDONES CON CLEMBUTEROL!!!” y a su vez agitando botellas rellenas de lo que queda del botellon. Difícil es esquivarlos, y más aun con el adoquinado de su calle principal que hace temblar tanto a la bici que más de uno pierde el bidón, y creo que hasta los empastes de las muelas. No te quejes Felipe que mira lo que dice un veterano detrás de ti, que esto no es nada comparado con el “Bosque de Aremberg” en la Paris-Roubaix. Vaya vaya…tampoco me importa, allí no iré en la vida…o si? En fin, son 300 metros que creo que se me hacen más duros que los 11 kms de subida de Navacerrada.
Y sin respiro salimos a la carretera de Miraflores de la Sierra, y comienza el segundo puerto de la jornada, la Morcuera. El nombre asusta, le viene ni que pintado y al principio nos hace desconfiar, porque son falsos llanos que nos van adentrando más y más en la montaña, cruzando el río Lozoya, homónimo de este valle tan bonito. Dejando atrás Peñalara con sus neveros que luchan por no derretirse…justo lo contrario que nosotros. Aquí ya no hay sombras, es un terreno abrupto, seco, lleno de matorrales y pastizales, donde el viento brilla por su ausencia, y donde me viene a la cabeza una de los dichos míticos de Perico, los campos magnéticos, y sí, esta carretera tiene dichos campos magnéticos. Te obliga a mirar la rueda de adelante, la de atrás, en busca de algo que te explique el por qué vas tan atrancado, un pinchazo, pérdida de presión en las ruedas, una zapata que te va frenando, pues no, no ocurre nada de eso, es simplemente que la carretera es así, y pasas de subir de 14 km/h a luchar por no bajar de los 10 km/h. Son duros los primeros kilómetros, con rampas que no bajan del 8% y con varias curvas de herradura, bajando dicha pendiente en el resto de la subida al 5-6%, pero haciéndose muy pestoso ya que es un subida repleta de rectas sempiternas y sin ver el final de la subida. Aunque no todo va a ser malo, el puerto se asciende por el lado derecho de un fuerte barranco que nos hace distraernos y perder la vista en las profundidades del mismo, localizando construcciones abandonadas que se confunden con los fuertes riscos que se desprenden de la tierra, agijones resquebrajados producto de inviernos duros y extremos.
Son 13 kms de subida al 5% que los culmino en menos de una hora, algo que no está nada mal y con premio al final. Avituallamiento sólido y líquido, el cual viene genial pero en el que con el jaleo de bicis, ruedas, cascos y bidones por el suelo te hace perder un poco la orientación, produciéndote algo similar a cuando entras en un buffet libre, es decir que te vuelves loco y comes primero fruta, luego carne, bebes, ves un bollo, lo ingieres, coño si hay también jamón…vamos, que montas un potingue en el estómago ideal para bajar los peligrosísimos 9 kms de bajada hasta Miraflores
.
Bajada que por supuesto también me la conozco al dedillo y que es muy similar a la de Cotos, siendo aun más rápida con curvas menos peligrosas y con el asfalto en igual o peor estado, de hecho, hace un par de meses partí por aquí un radio. Con lo cual aquí fui “mente fría” e hice menos el loco, reservé pedaladas, hidraté mis músculos y los estiré porque venía el cambio más brusco de toda la prueba, el paso en Miraflores de bajar Morcuera a subir Canencia. Es decir, algo tan sencillo y simple como bajar a 60 km/h, frenar hasta casi pararte, tomar una curva a la izquierda, cambiar el plato grande por el pequeño y meter directamente el piñón de 28 dientes, ya que de golpe y porrazo te encuentras con una rampa del 12% de más de 300 metros. Terreno abonado a salidas y roturas de cadena, y lo que es peor a calambres y lesiones porque amigos, llevamos ya 75kms de prueba y casi 3 horas de esfuerzo al límite.
Hablando de esfuerzos, es en este punto donde se produce el mayor cambio en mi corazón y supongo que en el de todos. Pasar de 115 ppm a 160ppm, es ahí donde empieza a notarse el fruto del entrenamiento de meses, de regular ese esfuerzo e ir bajando pulsaciones a pesar de que no baja la pendiente. Es en este puerto donde comienzo a sentirme seguro y con posibilidad de progresión en la prueba. Y es aquí donde comienzo a ir adelantando a ciclistas más que a ser adelantado por ellos. Es aquí donde se ve al “messie mazó” asomarse, se le presiente en las cunetas, animando junto a familiares y parroquianos, tomando fotos a más de un dorsal… pero algo me dice que a por mí no va a ir, al menos en este puerto.

Canencia es un segunda que engaña, en el que la gente dice que Canencia se sube con cadencia, las ganas. Son 8kms de subida casi al 5% pero por culpa de 3 kms centrales que no dejan de ser un mero llano, siendo los 3 kms finales un auténtico infierno y sin olvidar los dos primeros kilómetros rondando el 6% y con la famosa pared al 12%. La carretera es ideal, un asfalto nuevo y suave, en el que la bici debería deslizarse sin problema si no fuera porque vas reventado, y en donde los árboles te cobijan del sol y del viento pero los cuales te impiden atisbar el final del puerto, preparándonos el cuerpo para lo que nos ocurrirá en el último puerto de la jornada, Navafría, donde será aun peor, ya que no son 3 kms de subida sino 12… Pero eso ya vendrá, ahora toca superar estos kilómetros duros, durísimos, en los que el gps no baja del 7% y donde mi moral va ganando enteros al no ser adelantado por prácticamente nadie, y al dejar atrás a auténticas máquinas, figurines, pepinos de bici y gemelos de película de gemelos, claro está. Y por supuesto, gracias al público que se encuentra en las últimas rampas, dando refrescos, agua, empujando tanto física
como moralmente. Aun me emociono al recordarlo.
Coronada Canencia, hago acopio de sales y apenas paro, me veo que estoy fuerte y con ganas de continuar. Paso del jaleo del avituallamiento a la soledad de la bajada, sin adelantar a nadie, sin que nadie me adelante, lo cual no es bueno, nada bueno. Es en estas curvas donde recuerdo la crónica de la prueba del año pasado, en la que recomiendan encarecidamente buscar una grupeta en la bajada de Navafría para así poder afrontar sin problemas los últimos 40 kms a meta, pero nada dicen de los 15 kms de falso llano desde el cruce de la carretera de Canencia a Lozoya, inicio del puerto de Navafría, que si te quedas solo, como era mi caso podría ser el fin de la etapa, cuesta arriba, viento en contra y rodeado de montañas de más de 2000 metros de altura…
Miro a mi derecha y entre los pinos se ve la carretera, allá abajo, imitando el curso del río Canencia, y atisbo una pequeña grupeta, no lo dudo y me lanzo a por ellos, son 7 kms de bajada más o menos rápida y peligrosa y es el único tramo en donde les podré alcanzar, ya que después se sigue bajando pero es una bajada más de dar pedales y  relevos. Adelanto a un ciclista mallorquin solitario y le digo que se pegue a mi rueda que hay que ir a por la grupeta, y me dice que no, que para qué si ya comienza el otro puerto, demostrando cuan importante es conocerse el terreno. Le digo que no, que son 15 kms de falso llano y no veáis como apretó el culo para cogerme y a su vez coger al resto. Salimos del pueblo de Canencia, pueblo abandonado y perdido de la mano de dios, y seguimos bajando pero ya aquí la cosa es distinta, el viento da de costado en la misma dirección que Segovia, y claro, es inevitable pensarlo, es el mismo viento que te va a amargar los últimos 40 kms de prueba. Llegamos al cruce con la carretera de Rascafria y nos lanzamos en dirección a Lozoya, bajo la atenta mirada de los Montes Carpetanos, con Los Neveros, El Reventón y Peñalara como baluartes de la zona. Lozoya se atisba al fondo, debemos rodear el pantano de La Pinilla, y es ahí donde somos alcanzados por una grupeta enorme tirada por unos vascos y dos malas bestias ilicitanas (dícese del habitante de Elche) que nos sacan de punto a todos, alcanzando, recogiendo y dejando atrás a multitud de ciclistas pero que en lugar de provocarnos satisfacción nos provoca todo lo contrario. Y os preguntareis por qué no me paré, pues bien, porque soy hombre y como buen varón que soy no voy a ser el primero en rajarme, habría estado encantado de hacerlo pero siempre y cuando alguien lo hubiera hecho antes, claro…
Sin descanso, entramos en Lozoya, a nuestra izquierda el pantano de La Pinilla y a nuestra derecha las primeras casas del pueblo, entre ellas el restaurante de una amiga, El Pajar de Fuente Hernando, famoso por sus espectaculares cocidos y sorprendentes postres, así que un día después de hacer una rutilla por la zona es de obligado cumplimiento almorzar ahí, entendido!!!
Una vez hecha mi desinteresada publicidad, y volviendo a la realidad tras salivar al observar la fachada del restaurante, observo que he perdido la estela del grupo, anda y que les den... Giro a la derecha y comienzo la subida a Navafría, 12 kms al 5,5%, siendo para mí el puerto más bonito de todo Madrid, tranquilo, sin apenas tráfico, con un asfalto perfecto, envuelto en una vegetación casi selvática predominando en la primera mitad de la subida el roble y siendo sustituido a medida que ganamos altura por el pino silvestre. Vegetación que tanto en verano como en invierno te protege de los rigores del tiempo pero que también te impide ya no solo ver el final de la subida sino tampoco el curso de la carretera, sorprendiéndote las apariciones repentinas de curvas de vaguada, de herradura y alguna que otra curva en forma de 8, con qué poco me sorprendo, no?. En defenitiva, un deleite de puerto para todo amante de la bicicleta pero que en este momento es de todo menos un placer, lógico y normal cuando uno lleva ya 4 horas sobre la bici, más de 100kms recorridos y 2500 metros ascendidos. Pero no nos vamos a quejar de algo que nos gusta y es imprescindible en nuestras vidas. Coño, todo el día quejándonos…
Llegados aquí te entra un sentimiento de alivio, de haber conseguido el 75% de la prueba, y por tus venas corre un chorro de confianza. Mi estado físico en las postrimerías de este primera categoría es mejor de lo que esperaba, me veo con fuerzas, las piernas responden y es mi terreno, así que cometo el típico error de principiante y me lanzo en caza de todos aquellos que hace unos kilómetros han tirado de mi y de tantos como yo, dejándonos bien maduros. Coloco mis manos en la parte central del manillar, abro mi maillot, meto plato, y coloco la sufrida cadena en el piñón 23, dejando dos más para las rampas de la parte central del puerto, la más dura. Y allá voy, primero poniéndome de pie en las primeras rampas del puerto, bordeando el pueblo de Lozoya por la parte izquierda del mismo, subiendo paralelamente a un pequeño arroyo que, en estas fechas, aun lleva agua. Allí les tengo, en mi punto de mira, vascos y valencianos, subiendo a su ritmo, fuertes y constantes, descolgando a decenas de hombres que poco a poco les voy alcanzando y rematando. Son rampas no excesivamente duras pero que se hacen pronunciadas en las varias curvas de herradura que nos hacen ganar altura poco a poco, dejando ya abajo el pueblo, el pantano, el valle… cuantos como yo estarán allá abajo afrontando las primeras rampas, sufriendo con sus pájaras particulares, con sus calambres, y aun así ni se les pasará por la cabeza abandonar. No, ya a estas alturas no se abandona, hay que llegar como sea pero hay que llegar.
Y así, con estos pensamientos, dejo atrás las últimas casas de las urbanizaciones. Es el tercer kilómetro de subida, una recta pestosa sin una gran pendiente pero que obliga a la gran mayoría a hacer eses contínuas por la carretera, a ponerse de pie, a sentarse, el ritmo lo tienen perdido pero yo no, lo llevo en el cuerpo, y en mi corazón. Allá voy yo y mis 160 ppm, soltando a todo aquel que intenta seguir mi ritmo infernal de 10-12 km/h, hasta que llego al cuarto kilómetro de subida, un kilómetro duro en torno al 7%, en el que tras pasar un pequeño puente nos encontramos con una curva en forma de “z” en la que hay picos superiores al 10%. Son 200 metros eternos, en los que pasas de ir a 10 km/h a 7 km/h o menos, metes todo lo que tienes, culebreas, te enriñonas, apretas los dientes, miras a ese punto imaginario que todo cicloturista conoce, ese pequeño punto en el que tu rueda delantera roza el asfalto, levantado solo la vista para esquivar a todo aquel que aun va más lento que tu, le sorteas y le animas, solo quedan 7 kms de subida, solo…
Es en este punto donde establezco esa amistad necesaria en los momentos de agonía colectiva, amistad basada en apoyar tu espalda en la de otro para soportar mejor el cansancio y el agotamiento. Un chaval asturiano, de piernas portentosas y cuerpo moldeado en las horas y horas en las que imparte clases de spining allende los valles mineros, cuyo maillot llevaba viendo desde Canencia y que en esta subida, tras varios arreones ni consiguió soltarme como tampoco pude hacer lo mismo con el, así que para relajar las tensiones y las hostilidades utilicé una estrategema muy comadrejil, soltar una frase como “joder, que duro es esto…” y a partir de ahí comenzó una conversación en la que al principio tomaba parte de la misma, contando cada uno su vivencia de la prueba, el entreno hecho hasta el momento, y por supuesto, metiéndonos con todos los flipados que se creen por un día Perico Delgado y Laurent Fignon, menudos flipados… Pero que tras un par de kilómetros fui sustituyéndola por “síes” y “noes”. Y es que alguien se estaba acercando por detrás, alguien grande y cargado con algo muy pesado, alguien a quien notaba su aliente en mi nuca, alguien que me tenía el abdomen apretado de tal forma que me impedía y me desganaba para comer nada, alguien que me decía que por mucho que bebiera la sed iba a estar conmigo hasta el final de la prueba, alguien que poco a poco me iba bajando los párpados, alguien que me provocaba bostezos, alguien que me obligaba a ponerme de pie sobre la bici, a sentarme, a mirar los piñones y ver que iba con todo metido, alguien que en definitiva quería “obligarme” a bajar de la bici… Efectivamente, el hombre del mazo había llegado a mi humilde morada, afrontando el segundo kilómetro malo de la subida, kilómetro al 7.5% y con una rampa final en curva de herradura que casi me obliga a poner un pie a tierra si no fuera porque había un fotógrafo de la organización, maldita sea, así que puse mi mejor cara, bailé un poco sobre la bici, e incluso sonreí, y, tras ese momento de comedia italiana, me senté sobre ese sillín machacado, solté todo mi peso sobre los brazos y me dejé llevar. A todo esto, el asturiano seguía con su sainete horadándome la cabeza cual gota de agua sobre roca caliza
.
Solo son tres kilómetros los que restan para el final de la subida, tres kilómetros en los que el domingo, 18 de agosto, se paró el mundo, en los que los árboles se alejaban en lugar de acercarse, kilómetros en los que establecías referencias cercanas, animándote mentalmente a alcanzarlas, y una vez alcanzada poniendo tu punto de mira en otra. Evitaba mirar el gps, no quería saber nada de velocidad, frecuencias cardíacas, altitud… solo quería llegar al cartel del puerto, parar, coger sales, bidones de agua, lo que fuera, pero llegar. Solo me consolaba ver que no era el único en esa situación, ya que a pesar de mi estado, seguía adelantando al personal, y nadie hacía lo mismo conmigo, el hombre del mazo tenía mucho curro esa mañana por lo que se ve. Y así, tirando más de fuerzas de flaqueza y de cabeza alcancé el puerto. Ahí estaba con decena de compañeros, bebiendo por beber, mojando las cabezas, intercambiando impresiones… pero yo sé lo que pasaba, nadie quería coger la bici, lejos queda Lozoya, tras una hora de subida pero más lejos queda aún Segovia, 50 kms más allá. 10 kms de bajada y 40kms de falso llano, con viento en contra y con repechos que acabarán rematando a más de uno.
Y allí que nos lanzamos mi compañero asturiano, otro amiguete suyo y yo. Bajada peligrosa y a la vez espectacular, con el mismo asfalto que las bajadas anteriores, es decir, una p… mierda y con varias curvas de herradura que a más de uno le daría un buen susto. En un abrir y cerrar de ojos pasamos de los 10km/h a los 60km/h cazando a ciclistas con más cabeza que nosotros, que aman su integridad física y que a su vez utilizan las bajadas como “centros de recuperación”, no como yo que en unos minutos olvidé el estado lamentable en el que me encontraba hace un par de kilómetros arriba. Pero bueno, seguimos vivos que es lo que importa, y ya solo queda llanear y agarrarte a una buena rueda, y esa rueda buena es la de un grupo de vascos y valencianos, alcanzados en la misma bajada, ahí os tengo y os voy a esprintar en Segovia so cabr…
Pues bien, finalizamos la bajada sustituyendo la humilde SG-612 por la imponente N-110, sustituyendo un asfalto lamentable por un asfalto que desliza el caucho que da gusto, sustituyendo una carretera con tráfico inexistente por una carretera plagada de camiones, turismos y motos, sustituyendo una carretera protegida del viento por una carretera en la que el dios Heolo nos saluda con un tremendo bofetón en toda la cara. Van a ser 40 kms muy duros, y lo fueron, en los que nadie decía nada, todos pasábamos al relevo, jugándonos alguna vez que otra nuestro futuro sobre las dos ruedas, evitando bandazos, afiladores, enganchones y algún que otro coche “despistado”, y es que el arcén de una nacional es ancho pero no tanto.
Así transcurrieron los primeros kilómetros de llaneo hasta que llegamos al primer repecho, en el que fui perdiendo rueda, pasando de las primeras posiciones a cola de grupo y finalmente perdiendo rueda… Es ahí donde me dí por vencido. Allá se iba mi grupo, formado por ciclistas con los que he estado codo con codo durante toda la prueba, alejándose cual potente tren y yo siendo aquellas vagonetas que se movían con el movimiento de dos personas. Fue el peor momento de toda la prueba, quedaban 35 kms y sabía que aun quedaban como poco tres repechos, uno de ellos de un kilómetro de longitud en los que iba a echar hasta los higadillos.
Volví a levantar la cabeza y vi como no era el único en caer. Al final del repecho en el que perdí la estela, caían otros tantos ciclistas y allá que me lancé. No podía acabar la carrera solo, no podía perder todo lo que había ganado. Guardé algo de las pocas fuerzas que me quedaban en el final de la subida y me arrojé a por esos ciclistas, alcanzándoles y tirando después de ellos, con un solo pensamiento, acabar lo más dignamente posible, ya que alcanzar al grupo era una auténtica locura. Y así transcurrieron los siguientes kilómetros hasta que llegamos a Collado Hermoso en el que se encontraba el último avituallamiento sólido de la prueba a 30kms del final, y que me vino como agua de Mayo, a pesar que tenía el estómago cerrado y con más ganas de vomitar que de comer, pero me obligué a comer y beber, porque aun quedaba más de una hora de prueba en la que al sol le quedaba algo por decir. La carretera había hundido a más de uno, y era en ese momento en el que el sol y el viento se encargarían de rematar a muchos otros.
Y mientras yo divagaba por los efectos de la fatiga me percaté que mis compañeros no se habían parado, maldita sea. Así que me veía en las mismas de antes, más solo que la una y recordando las palabras de un buen amigo mío que andaría ya comiéndose su plato de arroz en línea de meta, “Felipe, comunicación, ante todo comunicación con todo el mundo”. En fin, súbete a la bici y ya veremos qué pasa. Saqué el filósofo que llevo encima, y mi lado más tranquilo y pasota, me relajé sobre la bici, puse un desarrollo suave y acepté lo que me quedaba como un castigo por haberme creído Nairo Quintana en la última subida a Navafría. Bajada larga y al fondo la larga y dura subida a Torrecaballero en donde perdería todos los puntos del carné de conducir, y de repente, por la sordi, aparece mi angel de la guarda, un chaval imberbe, de apenas 18 años y con la bicicleta de su padre, que me levantó las pegatinas de la bici. Dudé durante unos segundos pero no más porque si no no me lo perdonaría por nada, así que me lancé a por su rueda y me prometí no soltarla por nada en el mundo, por orgullo, por ser un reto, por no querer acabar solo dicha prueba. Llegó la famosa cuesta y por no descuidar la rueda del chavalín no me percaté de la llegada de un minigrupo que nos lijó pero bien. Otra vez me veía solo y desamparado, sabía que esta era la última cuesta, el último repecho, que tras esto poco duro quedaba ya, bajé un piñón, me puse de pie sobre mi Giant y me lancé a por ellos, una vez me dejaron pero no dos, vamos, vamos, iba a reventar, los calambres estaban ahí, llamando a los cuádriceps, a los isquiotibiales, pero al igual que llegaban los calambres también llegaban las antenas, y ya sabéis que allá donde veáis una antena, significará que es el final de una subida, y sí, acabé con ellos la subida, por poco pero sí. A veces necesitamos que la cabeza tire del cuerpo, y este ha sido uno de tantos momentos en las últimas 5 horas. Torrecaballero está a nuestros pies.
 Ahora me invade una duda, si seguimos la nacional, Segovia se encuentra a 12 kms en ligera bajada pero si cambiamos de carretera y vamos en dirección a La Granja, la cosa cambia radicalmente, aumentando a 20 kms la distancia a Segovia, en una carretera de asfalto rugoso, que te pega a la misma como si fuera chicle, y lo peor de todo, con una rampa entorno al 10% entrando a la bella localidad. No me canso de decirlo, es importantísimo conocerse el terreno, y agradezco enormemente aquella pequeña gran locura de hacer el recorrido hace menos de un mes. Llegamos al cruce y un guardia civil nos manda hacia La Granja, vaya vaya…
Más sorprendidos se quedan mis compañeros, y me veo en la obligación de explicarles lo que queda de recorrido, metiendo algo de miedo en el cuerpo para que levanten algo el pie, que me llevan fundidito fundidito. Pero esta idea cambia en mi cabeza al ver al fondo a mis antíguos compañeros, aquellos que me dejaron en el último avituallamiento. Así que soy yo ahora el que tira del grupo, esto es algo personal, cazándoles justamente en la subida a La Granja, siendo algo maravilloso, como adelanto a estos tíos en plena subida, sin avisar, sin que se lo esperaran, mi pequeño kilómetro de gloria. La cosa se quedó ahí, y pasamos de ser un minigrupo de 6 integrantes a superar la veintena de ciclistas, pedaleando juntos, en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos, en lo que ha vivido en las últimas 6 horas, viendo como compañeros abandonaban por averías, caídas, desfallecimientos… Seguro que pensando también en todo el esfuerzo realizado en los meses pasados, preparando una prueba tan dura, sacrificando noches locas porque el Domingo había que entrenar, cogiendo la bici antes de ir a trabajar, aprovechando los últimos rayos de sol del verano para pedalear aunque fuera solo 30 minutos, cuidando la alimentación, y por supuesto, soportando alguna que otra bronca de la pareja o del ser querido…”siempre estás con la bici”. Lejos queda todo eso, porque seguro que el o ella están ahí, esperándote junto a la línea de meta, preocupado/a porque ya han pasado muchos ciclistas y porque ya son mas de 6 horas sobre la bici. Un esfuerzo brutal para el cuerpo, que yo no pensaba que lo lograría, mis fuerzas están al límite, giro a la izquierda, luego a la derecha y ahí está, la línea de meta, freno, dejo que entre el grupo, quiero entrar solo, me encantaría hacer el caballito de Peter Sagan, pero me conformo con levantar un brazo, y señalar al cielo. Una lágrima cae por mi mejilla, solo una, una lágrima que resume el esfuerzo realizado hoy, el esfuerzo de un año de sacrificios y también, una lágrima por la necesidad de abrazar a alguien y dejarme caer, estoy hundido y perdido. Si la meta estuviera 100 metros más adelante habría llegado, si hubiera estado, 1km más allá, habría llegado también, e incluso, si hubiera estado 10 kms más arriba, en Navacerrada, seguro que también habría llegado, pero una vez traspasada el cuerpo dice basta, la cabeza quiere descansar, pasar página.
Daría todo lo que tengo en el banco por estar ahora mismo en mi salón, tumbadito en mi sofá, pero como no tengo nada aquí sigo, la gente me empuja, la bici me estorba, busco a mis compañeros y no los localizo, lógico, los busco con el maillot de Mostoles, y estarán ya vestidos de calle, sin casco, sin gafas, aseados, peinaditos, compartiendo aventuras y curiosidades, deseando que el otro calle para contar su pequeña historia… Y ahí les veo, tirados en una escalera, riendo y vacilando, todos callaron al verme y todos se alegraron, me daban la mano, palmadas, sorprendidos, pensaban que iba a llegar más tarde, tampoco me han sacado tanto tiempo, me preguntan que tal…y yo lo único que quiero es saber donde están las duchas, comer y dejar la bici para siempre… Unos días después estaba pedaleando otra vez, y pensando en el próximo reto…Francia…Alpes…Galibier…Alpe d´Huez…La Marmotte.
Uno no envejece al pedalear, envejece cuando deja de pedalear.

                                                           La Perico. 18 de Agosto del 2013.


miércoles, 17 de julio de 2013

La Bola del Mundo



Solemne, controlando todo lo que ocurre y se mueve en kilómetros a la redonda. Un pequeño taj-majal, con sus antenas rojiblancas sacadas de un comic de Tintin, con sus 2250 metros de altura, presidiendo el cerro de las Guarramillas. Observadora y controladora tanto de los telesillas de la estación de Navacerrada como de la de Valdesquí, se encuentra la base/estación repetidora de la Bola del Mundo, un punto rojo en la noche, una mancha bicolor en el día. Allá por el 69 TVE la instaló y la dió este nombre que poco tendría que ver con su cometido pero que ahora le da más valor y solera a esta joven ascensión ciclista que, a pesar de que solo se ha culminado dos veces en el circuito profesional ya forma parte del club selecto de puertos y altos de las carreteras europeas.
Pista de hormigón que surge girando a la derecha del puerto de Navacerrada, apenas 3 kilómetros en los que puedes llegar a tardar más en culminarlos que en el resto de ascensión a Navacerrada. Aquí, definitivamente, se para el tiempo.
Pero antes de hablar de la Bola debo hablar de Navacerrada. Porque la Bola no es Bola sin su Navacerrada
desde la vertiente de Villalba. Desde aquí son 22 kms de subida al 6%, es decir, es un coloso alpino en toda regla pero siempre menospreciado por el ciudadano español de a pie, que no aprecia lo que tenemos aquí y siempre pensamos que lo de fuera es mejor, en todos los sentidos. Yo también pensaba así…
Viviendo en Villalba un año y teniendo a la dichosa montaña como vigía de mis entradas y salidas del trabajo no podía eludir esta cita. Necesitaba que el tiempo mejorase, que dejase de nevar, que se limpiase la subida a las antenas, que subiera unos cuantos grados las temperaturas, en definitiva, que llegara la primavera. Y llegó ese momento a principios de Mayo, tras la última gran nevada y una repentina y fuerte subida de temperatura
s, aproveché una mañana libre y soleada y me lancé a por ella. Me sentía fuerte, ágil en mi pedaleo, salvando los casi 1000 metros de desnivel que hay desde el portal de mi casa al mismísimo puerto de Navacerrada. Me asustaba la cantidad de nieve que había en el último kilómetro pero suponía que la pista a las antenas estaría despejada, pues no… Resulta que los operarios, o suben en coches-oruga o pasan allí todo el invierno a lo superexploradores del polo sur.
En fin, tocó bajar y esperar unas cuantas semanas. Supongo que sería cuestión del destino, porque bajando me calló un chaparrón inesperado…. Y eso que estaba despejada la mañana. La montaña, queridos amigos, es así.
Pasaron dos semanas y lo vi claro. Era el día, había entrenado bien durante los últimos días, había dormido bien la noche anterior y, lo mejor de todo, se me ocurrió hacerlo nada más levantarme. Hoy era el día de poner mi cuerpo al límite, de poner a prueba mis piernas, sus músculos y tendones, los riñones, los antebrazos, mis pulmones, mi cabeza…en definitiva, mi capacidad de sufrimiento. Hoy era el día de tocar el cielo. Y lo toqué, sin duda.
Intentaré ser lo más fiel posible a la subida, sensaciones, dureza, puntos a tener en cuenta, aunque todos la conoceréis o casi.
Yo, como muchos cicloturistas, dividimos las grandes subidas por etapas, porque no todos los puertos son iguales, y este menos.
Para mí, la subida consta de tres partes.
 1ª.- De Villalba al pueblo de Navacerrada. 9 kms en los que se salva un desnivel aproximado de 300 metros, es decir que es un tramo suave al 3,3%, en el que nos encontraremos dos kilómetros durillos al 5% pero en donde lo más duro y pestoso es soportar el intenso tráfico y la escasez de arcén. Eterna se hace la recta que hay entre Alpedrete y Collado Mediano, en la que hay tramos al 8%, y pesado también se puede hacer el tramo entre Becerril y la presa de Navacerrada donde puede dar de frente el aire. Es en este punto donde vemos lo que nos queda de subida, con la silueta de la Bola y el serpenteo de los últimos kilómetros reflejándose en las aguas del pantano de Navacerrada… Chic@s, si queréis parar a hacer una fotillo al pantano, sierra y paisaje, hacedlo, cogéis aire, coméis algo y en definitiva disfrutáis de la subida y el entorno. Porque lo que nos queda es de órdago, y creedme, a 10km/h y bajando apetece parar pero no volver a subir, es decir, que de aquí en adelante no habrá más paradas, porque recordad que el cuerpo es vago y no le podemos dar tregua… Agarrad fuerte el manillar, subid piñones que comienza el puerto de verdad, un señor 1ª categoría.
2ª.- Pueblo de Navacerrada-Puerto de Navacerrada. 9 kms al 7,3%, salvando un desnivel de 660 metros. El cambio es radical, y a partir de la gran rotonda que encontramos en la entrada del pueblo el desnivel y el trazado cambia radicalmente. El asfalto es más rugoso, tenemos sombra y la carretera se transforma en un trazado caprichoso que se adapta al relieve y movimiento de la montaña. Bordeamos el pueblo en su primer kilómetro, aun con algo de tráfico hasta el cruce con la carretera de Cercedilla y Cerceda. Desde aquí vienen las otras vertientes de este puerto, a
lgo más suaves pero también con su aquel. Porque todo tiene su aquel, no lo olvidéis tampoco.
Los primeros kilómetros de este segundo tramo transcurren entorno el 6% y el 7%, pasando de curvas cerradas a curvas abiertas, sobretodo a partir de coronar el collado del Portazgo. A partir de aquí subiremos e iremos ganando altura sobre el valle del Guadarrama, disfrutando a nuestra izquierda de vistas panorámicas del valle de la Fuenfría, la sierra de Guadarrama y el Malagón, con Abantos extendiendo sus brazos sobre la meseta castellana, la Cruz de los Caidos cansada de ver tanto cicloturistas enriñonados y los siete picos, punto de fuga de nuestra mirada que alterna observar nuestras piernas sudorosas con la magnificencia de esta sierra, que a pesar de estar tan cerca de la urbe, todavía mantiene algo de su carácter salvaje y misterioso, o al menos eso a mi me lo parece. Y sino, perdeos por sus bosques durante unas horas, ya veréis ya…
Hablando de bosques, al fondo veo un cartelito que pone “El Ventorrillo” junto a una señal que indica 5kms a puerto, y este al 9%. Que guay esto de ir indicando los kilómetros que quedan y el porcentaje de los mismos… Aquí dice Perico que es donde el puerto es puerto, y bien, y lo de antes que??? En fin, toca subir un diente más y veo que solo me queda un piñón más. Voy con
el 26 y solo me queda el 28, estas son rampas que apenas llegan al 10% en un asfalto más que aceptable, a la sombra, con 14 kms en el cuerpo, es decir, fresquito… No me quiero ni imaginar como estaré dentro de 5kms y girando en dirección a la caseta de la Cruz Roja… Lo mismo me paro allí un ratejo.
Pues bien, a partir de aquí, la cosa se pone chunga. Este es un puerto que no me gusta en absoluto por lo siguiente, salvamos rampas duras pero que no lo parecen tanto debido a que no hay curvas de desnivel, son todo rectas curvilíneas o curvas rectilíneas. Apenas tienes sensación de ascender, sino de llanear pero bueno, ahí está mi GPS Garmin que bien me va indicando que voy superando rampas al 8% y que mi velocidad se va aproximando cada vez más a ese mismo número. Pero cómo coño va esta gen
te a 20km/h por aquí. En fin, algún día seré como ellos y me haré el laser en las piernas. Algún día…
No me lo puedo creer, ya veo el cartel de 1700 metros de altura, el de Segovia a 30kms, el de la fuente de los Geólogos, me queda poco porque ya veo los edificios de la estación de esquí que vivió sus mejores años en los 80 y que ya
es un pueblo fantasma más que otra cosa. Pues aquí llega otro fantasma a afrontar su último km al 10%???!!!. Curva a la izquierda, rampón de la muerte, valle a mi izquierda, muro a mi derecha y riachuelo fruto del deshielo corriendo ladera abajo, carretera empapada de la nieve que más arriba me acompañará, aunque no parece mucha…
Y fin de la segunda etapa. Llevo 1 hora y 20 minutos de ascensión y no me encuentro mal. Creo que estoy capacitado para la tercera y última etapa. La primera vez que la afrontaré con esta bici, toda una incógnita sin mi añorado molinillo de la btt, su suspensión, sus ruedas ideales para el cemento y las piedras sueltas. Bien, allá vamos, quién dijo miedo!!!!
3ª.- Puerto de Navacerrada- Bola del Mundo. 3kms en los que salvaremos casi 400 metros en 3.4kms, es decir, un 11,7% de media, casi nada. Y todo esto en una pista de hormigón, bacheada, con curvas de herradura bañadas en tierra y piedra suelta. Vamos, todo comodidades para el cicloturista. Pero oye, si te mandan no vas, así que si has venido es
porque quieres, porque hay una parte de ti masoquista y la vez épica y gloriosa. Porque buscas la satisfacción en sentirte dominador de kms y kms a la redonda, porque esto no está al alcance de muchos y porque, reconociéndolo en la intimidad, cerramos los ojos y nos imaginamos en ese final de etapa del 2010 o del 2012, con la pista atestada de gente, animando y vitoreando desde el primero al último, de el nacional al extranjero. Simplemente pensando en toda esa gente que subió para verlos unos instantes te anima a ti mismo, no sé por qué pero te vienes arriba. Gente, todo animo es poco en estos momentos.
En estos momentos en los que giras a la derecha nada más coronar, te adentras en el parking de la estación, buscas el indicativo de la Cruz Roja, ahí la ves, notas un pequeño bache y, TACHAN, estamos en la pista, la pista buena, la pista que te lleva al coloso español, la segunda subida asfaltada más alta de la península. Curvita a la izquierda bordeando la caseta de la cruz roja y ahí la tienes, mamma mia, una recta de 500 metros paralela al telesilla, que gana la misma altura que el dichoso y antiestético artilugio, he cambiado los pinos por estos árboles metálicos… me gustan más los de abajo. Pero bueno, hay que ser positivo, gran parte de este primer kilómetro lo voy a salvar en esta recta, así
que mente fría, apretar los dientes, echar el cuerpo sobre el manillar y bailar reguetton sobre la bici.
“Animo Purito” leo en la carretera. Ellos ni lo verían y yo casi puedo hacer una análisis grafológico del que hizo la pintada. 19% me indica el GPS, y bueno, no va mal la cosa, curva herradura a la izquierda donde tomo un respiro, ya que en estos metros la carretera parece hasta llana. Salgo de la curva y vuelve otra pared superior al 18% hasta llegar a otra curva de herradura, esta a derechas, pero aquí la cosa no tiene nada que ver con la anterior y deberéis tomarla por la parte de afuera, ya que puedes pasar de un desnivel del 12% al 20% según por donde tomes las curvas. Así que amigos, recordad esta frase que se puede aplicar a todo en la vida, y por supuesto, aquí también, mejor fuera que dentro. Comienza la nieve en la cuneta, pequeñas manchas preludio de lo que me encontraré luego…
Pasado este mal trago, hemos pasado el primer kilómetro del infierno madrileño, y sin avisar nos encontramos con un pequeño “descansillo”, la pendiente baja de los dos dígitos y esto me mosquea, porque
si baja de los dos dígitos y este kilómetro es aun más duro que el anterior significa que lo que me queda es una pared, un tabique, un muro, un “quien-me-mandaria-comprarme-una-bici”.
Curva de vaguada a la izquierda y ahí aparecen las antenas que durante kilómetros y kilómetros habían desaparecido tras bosques, lomas y rocaje vivo. Ahí están sus antenas diciéndome “no tienes lo que tienes que tener para llegar aquí”, y no, hoy no me he traído, piolets y cuerdas, porque madre mía, que pared de nieve. Así, de la nada, surge a mi izquierda un muro blanco de más de 3 metros de altura. Silencio helado solo interrumpido por el goteo del agua y la caída de pequeñas partículas blancas al suelo empedrado, yo la imito y dejor caer gotas de sudor que tras dibujar todos los relieves de mi cara caen en mis muslos ardientes de esfuerzo y atiborrados de ácido láctico. Bien, es el momento de jadear en voz baja, evitar toses y estornudos y, por supuesto, evitar dicha pared helada e ir bien pegadito a la cuneta, al barranco, que a estas velocidades terminales, hasta el culo de una hormiga me puede hacer visitar la Barranca y la Pedriza.
Y es aquí donde llega el momento más duro de toda la subida, donde afrontamos 3 curvas de herradura imposibles con picos al 21%, un auténtico sacacorchos en el que cada pedalada parece imposible, en donde t
e da igual afrontar la subida por fuera o por dentro. Es aquí donde todo se para, desaparecen los problemas de la humanidad y de tu vida en particular. Solo te preocupas de dar la siguiente pedalada, de mantener la bici en movimiento, de superar los 4 km/h, de culebrear esquivando guijarros y grietas que pueden hacerte parar completo y llevarte de bruces al suelo. Te pones de pie, no vale para nada, l
a rueda trasera patina, te sientas y la rueda delantera se levanta, pero en qué coño quedamos, me siento o me levanto. Alguien gritaría…”date la vuelta y tira pa casa”, sería lo sensato, evitaría un ataque al corazón, unos calambres seguros en los cuádriceps, e incluso un mareo más que merecido. Pero no, sé que detrás de esta última curva a la izquierda me viene otro llano junto a la caseta-bar del telesilla, giro a la derecha, saludo a unos militares que estarán controlando la entrada de segovianos en la comunidad en Madrid, y por fin el último kilómetro. Igual de duro que el anterior, pero sin curvas, solo rectas con auténticos cambios de rasante, pasando de subidas al 8% a subidas al 19%, con dos cojones. Y aquí flanqueado con paredes de nieve a ambos lados, disfruto de esta auténtica maravilla y me autotraslado a esas imágenes del Giro de Italia, donde los ciclistas atraviesan muros blancos allá por los Dolomitas. Un infierno helado, bajo un sol congelado y en un cuerpo achicharrado por dentro, no sé que quitarme ya que, que cremallera desabrocharme, estaré por debajo de los 10º y me encantaría estar a pecho descubierto. Pero qué machote soy joder.
Ya me he venido arriba. En esta última en la que ya se aprecia el rampón final a la estación,  Valverde mantuvo a ralla a Purito, Menchov celebraba su victoria, Contador tenía controlado a Purito y Valverde, Ezequiel sacó toda su casta para ganar la etapa, Nibali casi con una lágrima en el ojo izquierdo, el ojo que todo lo ve y lo desgrana, porque joder, tiene mérito subir esta mole sin poner pie a tierra, porque son dos horas de sufrimiento, de estar continuamente por encima de tu umbral de esfuerzo, porque sacas horas de donde no las hay para practicar tu deporte, tu pasión, en definitiva, tu vida. Porque hoy he tocado el cielo, y cada vez que lo toco me siento más con los pies en la tierra.
levantó el pie en señal de respeto al gallego, o no… y yo tengo que parar bruscamente porque hasta aquí llegó la máquina quitanieves, como es posible??? Me decepciono por unos segundos, solo por unos segundos, me he quedado a 200 metros de la gloria, pero da igual, hasta aquí he llegado y aquí estoy,
Es maravilloso tener pasión por algo, aunque esa pasión se convierta casi en obsesión.

Amiguetes, os recomiendo encarecidamente que hagáis esta subida, siempre y cuando tengáis una preparación tanto física como psíquica. Si no podéis afrontarla en bici hacedla andando, es igual de dura e igual de rápida y veréis lo que sufren profesiones y semiprofesionales. Y a esta subida, añadidle 160kms más en ese día con 3 o 4 puertos. Y a esos 160kms, añadidle 3000kms hechos en las anteriores 3 semanas. Después de eso juzgad su integridad y valía como deportistas, y olvidad temas de dopajes y trampas. Este es un deporte duro en sí mismo, no lo hagamos aún más duro.
Va por ti…
Y bueno, toca bajar y hacer las fotos. Haber si os creéis que las fotos han sido hechas cuesta arriba….no no no, como he dicho anteriormente, el cuerpo es vago por naturaleza, y si te paras no vuelves a subir, y más con esas rampas.
2 horas para subir, 15 minutos para bajar… una horita para comer para recobrar fuerzas y afrontar 8 horas de trabajo vespertino. Así es la vida del cicloturista, un contínuo sube y baja.
Un saludo, y siempre arriba!!!

domingo, 12 de febrero de 2012

Contador, querer es poder

Me veo obligado a escribir unas líneas en honor a uno de nuestros mejores deportistas, en honor a uno de los deportes más denostados por la prensa, y en honor a toda esa ignorancia que lo rodea tanto por parte del público como por parte de los medios de comunicación.
Quería titular este post como "Contador, un ejemplo a seguir". Título con doble significado. Uno, ejemplo a seguir por parte de todos nosotros por esfuerzo, valores, humildad o respeto a este bellísimo deporte y a sus rivales. Y el otro significado, totalmente peyorativo y sarcástico, ejemplo a seguir por parte del TAS, AMA, UCI y la madre que los parió, ejemplo de que así no se deben hacer las cosas, que el que la hace la paga y me da igual su nombre, palmarés, linaje real, pruebas rotundas o ausencia de las mismas.
Pues bien, cambié el nombre de mi post en el último momento, al echar un vistazo a su biografía y ver que, con 24 años y tras una caida en la Vuelta a Asturias, se le detectó un cavernoma. Y no solo superó esa operación y su posterior recuperación, sino que al año siguiente, en la primera carrera de la temporada, por tierras australianas, venció en la etapa reina, y le dijo a su madre, "querer es poder".
Querer es poder, pero hay veces que por mucho que quieras, si tienes delante un muro de tres metros, saltarás y saltarás pero no lo superarás. Es ahí donde ahora mismo se encuentra.
Pero bueno, esta entrada no es para alabar e idolatrar a Contador, sino todo lo contrario. Es para dejar las cosas claras a todo aquel "ignorante" de este deporte, en el cual se piensa que todo el mundo se dopa, que no hay limpieza y que si ganas de calle es porque vas hasta arriba.
Porque en este deporte, los derechos civiles, humanos y demás se los pasan un poco por el forro... En la justicia ordinaria todo hombre/mujer es inocente hasta que se demuestra lo contrario. En cambio, en el ciclismo todo ciclista acusado de dopaje es inocente, por supuesto, pero aquí el tribunal no busca su culpabilidad sino que es el propio ciclista el que tiene que demostrar su inocencia, es decir que es culpable desde el principio hasta el final.
Los derechos humanos también están en entredicho debido a la creación del Pasaporte Biológico en el 2008. Sistema que inventó la UCI (union ciclista internacional), para digamos tener más "controlados" a los ciclistas. Dicho sistema afecta a la totalidad de ciclistas profesionales y se les obliga a firmarlo para seguir compitiendo. Este sistema hace un perfil de cada uno de estos ciclistas a partir de unos 6 análisis previos tanto de sangre como de orina, en los que se saca una idea general de nivel de hemoglobina, hematocrito, y demás sustancias que llevemos en la sangre u orina, de tal forma que si en algún momento hay una variación "sospechosa" de esos niveles se puede llevar a estudio y posteriormente a sanción de dicho ciclista, sin haber probado expresamente que se haya dopado. Por otro lado, dicho pasaporte te obliga a estar siempre localizado, vayas donde vayas, estés en plena temporada o de vacaciones, ya que en cualquier momento puedes ser llamado a tu puerta por los "vampiros", técnicos de la UCI que se presentan en tu casa, hotel, cine o casa de tus suegros para hacerte un análisis sorpresa. Se ha dado el caso de ciclistas sancionados con 6, 12 o 18 meses por engañar a sus directivos o a la misma UCI, diciendo que estaban en un sitio, cuando en realidad estaban en otro...demencial. Y en cuanto a lo de los controles sorpresas, recuerdo hace no más de un año, que salió en las noticias deportivas de Antena 3, el tenista Feliciano Lopez indignado porque se habían presentado en su casa, y por sorpresa, miembros de la agencia mundial antidopaje para hacerle un control sorpresa. A todo esto, dichos periodistas se llevaban las manos a la cabeza, igualmente indignados. Más indignado me encontraba yo porque hacía unos días que Contador, con todo el escándalo montado de su supuesto positivo, declaraba que fue sacado del cine con su novia para hacerle un control sanguíneo sorpresa, y a nadie vi escandalizarse por ello, se veía y se ve como algo normal.
También quiero recalcar que solo en ciclismo y atletismo se hacen controles de orina y sanguíneos. En el resto de deportes sólo es de orina, menos molesto y a su vez menos fiable, ya que se pueden enmascarar más fácilmente sustancias dopantes de última generación en la orina que en la sangre.
En cuanto al número de controles que se realizan en el ciclismo es aproximadamente de 8000 en competición y de 7000 fuera de competición al año. Algo irrisorio en el resto de deportes.
Estos controles están enfocados a detectar sustancias como el EPO o la CERA, que aumentan considerablemente el nivel de esfuerzo del deportista. Y sólo se realizan en ciclismo y atletismo. En el futbol, por ejemplo, el análisis es sólo de orina y es imposible que detecte dichas sustancias. El argumento que se dá es que es muy costoso y con pocos resultados "satisfactorios", ya que se opina que estas sustancias no son estrictamente necesarias en un deporte que tampoco exige lo que exige un maratón o una etapa de 200 kms.  Pero también hay que decir que un análisis normal cuesta 2000€ por muestra, y un análisis de EPO cuesta entorno a los 6000€.
Curioso es el caso de la NBA, en la que existen controles antidopaje, bueno mejor dicho controles antidroga, porque solo se busca la presencia de marihuana, esteroides o diuréticos. En las pasadas olimpiadas de Pekin, la selección de basket de Estados Unidos aceptaba competir pero con la condición de no sufrir controles antidoping...como todos sabemos, los estadounidenses se llevaron la medalla de oro.
Y es que, como pasó con la Juventus en particular o el fútbol italiano en general en los años noventa, se detectaron escándalos de dopaje, pero rápidamente se archivaron, porque contra determinados deportes que son el opio del pueblo no se puede meter la justicia deportiva.
Con lo cual, cuando veamos en las noticias "NUEVO ESCÁNDALO EN EL CICLISMO", no es un escándalo, es simplemente que han pillado a alguien entre los 15000 controles que se hacen. Lo que es verdaderamente de ESCÁNDALO es que no haya controles más estrictos en el resto de deportes.
También hay que aclarar que con este escrito no quiero justificar los verdaderos escándalos de dopaje que se han dado en el ciclismo, como el Caso Festina o la Operación Puerto. Gracias a estos acontecimientos se ha mejorado muy mucho el control de sustancias dopantes, y se podría decir que a día de hoy el ciclismo es mucho más limpio y está muchísimo más controlado que hace una década. Por contra, y como pasa en tantos aspectos de la vida, el doping va por delante de las medidas de detección del mismo, y es más fácil pillar a un mecánico de un equipo ciclista con el maletero lleno de jeringas y ampollas, antes que a un deportistas con una sustancia de última generación en sus venas.
Centrándonos ahora con el caso Contador, abordar el tema es complicado ya que se mezclan sentimientos patrióticos, con sentimientos de amor a este deporte, de no querer aceptar que hay gente que hace trampa, con las envidias foráneas o el odio a las instituciones. Pero es que es muy difícil no dudar de dicha sentencia, tanto en la forma como en el fondo.
Las formas, está claro, por el tiempo inhumano de demora, prácticamente un año y medio, alegando injerencias políticas, intromisión de los medios de comunicación y, atención, que tenían que estudiar 2500 folios!!!! Cómo quieren evitar que las autoridades de un país hablen al respecto de una de las estrellas deportivas del mismo, cómo no va a haber intromisión de los medios de comunicación en un año y medio, si viven de ello!!!, y por favor, que se tienen que leer 2500 folios, y luego hacen caso omiso de las palabras de los propios médicos del Tour que dicen que es una locura que un corredor se dope con clembuterol, que es una sustancia fácilmente detectable.
El fondo es la propia sustancia, el clembuterol favorece al sistema respiratorio, y se tiene que administrar el mismo día del esfuerzo, si no es así su efecto es inútil. Recuerdo que dicha sustancia fue detectada el segundo día de descanso, justo antes de la etapa reina que acababa en la cima del Tourmalet, por lo tanto el efecto es cero. Recuerdo también que en el control del día anterior y en el del día posterior no dió dicha sustancia. Y recuerdo también, que todo ciclista líder de cualquier carrera sufre un control de dopaje diario, y más en el Tour. Es difícil engañar en este deporte, al menos con sustancias que se detectan desde hace unos cuantos años.
Por otro lado está la cuestión de la cantidad detectada. Cantidad ínfima e inútil, que no mejora el rendimiento deportivo, y que no puede ser inyectada, solo ingerida y de forma, podría decirse, anónima e ignorante.
Aquí entran dos factores en juego. Uno que Contador alega una intoxicación alimentaria. Metiéndose así en un berenjenal de mucho cuidado, ya que pone en cuestión los controles sanitarios de la ganadería española, y suponiendo de antemano que dicha sustancia viene del famoso solomillo de buey. El otro factor es el honor, credibilidad y justificación de costes de los laboratorios capaces de detectar los 50 picogramos del dichoso clembuterol. Tengo entendido que hay dos o tres laboratorios en todo el mundo capaces de detectarlo, están asociados con la UCI, y le cobran a ésta unas cantidades desorbitadas de dinero. A ver como luego la UCI hace oidos sordos a estos laboratorios...
Como podéis comprobar todo esto hace más aguas que el Costa Concordia.
Aprovecho también para señalar que en el Mundial Sub17 de fútbol celebrado en México el pasado verano, 109 jugadores dieron positivo por clembuterol y estos alegaron, más bien sus correspondientes federaciones, una intoxicación alimentaria.La FIFA y posteriormente la AMA no lo consideraron dopaje ya que es común que las reses bovinas del país azteca estén contaminadas con dicha hormona, con lo cual no es un problema de dopaje sino de salud pública. Bendito fútbol.
Continuando con la sentencia, finalmente se cede a que el ciclista no se ha dopado a propósito, accede a la ingesta de la sustancia dopante por ignorancia o negligencia, a través de un suplemento alimenticio, que no sé muy bien a que se refiere.








Pero las leyes son las que son, férreas, dogmáticas e inamovibles, y si hay clembuterol en la sangre, la sanción es de dos años y punto. Si se sabía esto desde un principio por qué han dejado seguir corriendo al corredor. Simple y llanamente porque no se atrevían a sancionarlo, no por ser quien era sino porque sabían y saben que no se ha dopado, que esa sustancia ha llegado a su organismo, no se sabe como, el ciclista no puede demostrar lo del filete porque si Camps no guarda sus facturas, mucho menos nosotros guardamos nuestras heces. Y en ese sinsentido se encuentra un deportista, que durante un año y medio ha seguido corriendo con la sombra de la duda y la sospecha, con los abucheos de muchos aficionados en Tour o Giro, con aplausos y vítores de muchos otros, con los periodistas extranjeros dudando contínuamente de sus victorias en Giro u otras carreras, aún a sabiendas que es y ha sido el deportista más controlado de la tierra, y no ha dado positivo ni por asomo. En el sinsentido de serle arrebatado todos sus triunfos desde entonces, ya que ésta sentencia es de carácter retroactivo, perdiendo así su aplastante victoria en el Giro más duro y montañoso de la historia, donde dejó al segundo clasificado a 6 minutos, Michele Scarponi, quien ha declarado que el no se siente ganador de ese Giro. Italianos tan patrióticos y tan celosos de su carretera que admiten la supremacía y victoria limpia de Contador, como el presidente de asociación internacional de ciclistas, Gianni Bugno, que ve absurda e injusta la sentencia. Se nota que en ese país se ama a este deporte por encima de banderas y nacionalidades, no como en otros países centroeuropeos...si es que estos europeos del sur somos lo peor...
Se me escaparán muchas cosas pero no puedo pasar por alto también el tema económico, que es al fin y al cabo lo que mueve este deporte y el mundo, pero lo mueve en dirección contraria. El ciclista tiene que pagar una multa de casi 2 millones de euros, es decir su ficha y algo más por los dos años de sanción. Que sumado, a que también pierde su ficha-sueldo, las costas del juicio, devolver el importe de los premios conseguidos suma entorno a los 8 millones de euros. Y por supuesto, el TAS, uno de los organismos que más se reveló contra el indulto del ciclista, dijo a los dos días que quería cojer tajada de la sanción, palabras textuales. Contador se lo puede permitir, es decir, se puede permitir meterse en un jaleo como este, porque por ficha, espónsores y demás puede luchar contra un sistema obsoleto. Pero qué podemos decir de ciclistas como Ezequiel Mosquera, que supuestamente dió positivo en la Vuelta del 2010, y aún no ha recibido una sentencia firme al respecto, un ciclista con 36 años de edad. Y que encima, si recurren la sentencia la tienen que pagar de su propio bolsillo, cuando dichas asociaciones pueden recurrir las veces que les venga en gana las sentencias ya que los costes de los juicios se lo financian las instituciones públicas.
En fin, que un año más en el que no veremos al ciclista-espectáculo en el Tour ni en el Giro. Un año que se le une al que le impidieron participar en el Tour del 2008 por pertenecer a un equipo "sospechoso", y que también lo podríamos unir al Tour del 2009, el Tour de la reaparición de Armstrong en el mismo equipo de Contador, quien le hizo más la vida imposible que su rival directo, Andy Schleck. Y este último, ahora ganador del Tour 2010 reconociendo sentirse triste por lo acontecido y lo mejor de todo, no sintiéndose ganador de dicho Tour. Todo un ejemplo.
Como muy bien dijo Contador en su rueda de prensa, el palmarés está en las imágenes de la gente animándote, en las tardes de verano sentados en el sillón animando a cualquier ciclista a no quedarse a atrás, a que sufra un poco más, deseando que nadie del público tire a ningún ciclista, disfrutando con los brazos en alto del ganador de etapa en el Tourmalet, siendo de la nacionalidad que sea. Es lo bonito de este deporte, que no hay nacionalidades, ni vencedores ni vencidos, donde el farolillo rojo de la clasificación es casi igual de fotografiado que el primero de la misma, donde los grupos de sprinters se ayudan en las etapas de montaña para no llegar fuera de control, donde los tifosis italianos se rinden bajo la supremacía de Contador, donde los aficionados españoles en la cima de la Bola del Mundo reconocemos al futuro de este deporte, Vincenzo Nibali. En definitiva, que los que amamos este deporte no perdamos, a pesar de estos palos, la ilusión por el trazado imposible de la próxima Vuelta, por los 30 tramos de pavé de la Paris-Roubaix, por el muro de Huy, por el Mortirolo, por las 36 curvas de herradura del Stelvio, por las carreteras llenas de aficionados "naranjas" en el Pirineo francés...en definitiva, seguiremos animando porque QUERER ES PODER.