sábado, 28 de mayo de 2011

El Viaje de mi vida. Etapa 7










Hoy hace una semana que comencé este periplo. Y echando la vista atrás, hace una semana salía de mi portal de Móstoles, ante la incertidumbre de este viaje, ante el miedo a lo desconocido y a lo conocido, a saber si me soportaría a mi mismo durante tantas horas, a confiar en mis piernas y en mi estado físico, a tirar muchas veces de cerebro que de corazón, a guiarme también por el corazón y no por el cerebro...a perderme y encontrarme.
Hace una semana, levantaba las persianas y veia ciudad, asfalto, coches, lluvia y tonos grises por doquier.
Hoy no tengo que levantar una persiana. Hoy simplemente tengo que mirar por una ventana abuhardillada y deleitarme con un amanecer bellísimo, la ciudad ha sido sustituida por casas singulares e independientes, cada una con un color distinto, el asfalto desaparece y surge las calles de hormigon y los caminos de tierra, los coches son carros tirados por caballos o tractores labrando la tierra, la lluvia se ha quedado atrás y solo reina un sol que hace desaparecer la bruma matutina. Y en cuanto a colores, la primavera hace acto de presencia y un verde intenso inunda prados y montañas hasta donde la nieve se lo permite. Que bonito es todo hasta que se escucha una flatulencia a mi derecha...recordándome que no estoy solo en esto.
Arrancamos los tres tenores y abandonamos Molinaseca, lugar que os recomiendo a todos para pasar una tarde entretenida por estos lares. Kilómetros cuesta abajo hasta llegar a Ponferrada. Estampa bella de la ciudad con la Sierra del Teleno de fondo. Salvando las distancias recuerda a Granada con su Sierra Nevada...salvando las distancias. Callejeo obligado por las calles empedradas, foto junto al castillo, vistazo rápido a la plaza y darle a los pedales que hoy se nos presenta otra jornada larga, entramos en Galicia!!!
Durante una decena de kilómetros pedalearemos por las vegas del Sil, entre parcelas y cultivos de árboles frutales en flor. Estamos en el norte, a unos 500 metros de altura y rodeados de montañas que rondan y superan los 2000 metros, y aun así goza de un microclima que recuerda a los valles del Jerte o del Tietar.
La compañía es estraña, porque mientras uno va por delante el otro no para de hablarme de cosas místicas y tal. Y mira que yo también soy místico, pero tanto... Resulta que Fidel ha hecho el camino para pensar en el nombre del segundo hijo que va a tener. Y el otro, pues no sé...con su tara y punto.
Nos tomamos una cervecita con pincho de tortilla en Villafranca del Bierzo. Localidad en la que comienza en ligero ascenso la subida al Cebreiro y por lo tanto la entrada a Galicia. Desde su imponente puente romano sobre el río Valcarce comienza una carreterilla estrecha, la antígua nacional VI, que culebrea entre el río y la autovía con viaductos estratosféricos te hace sentir como que vas a parte del resto de la civilización. Unos van a 15km/h y otros por encima a 120...
Llegamos a Vega de Valcarce, localidad de nacimiento de Fidel. Allí tiene una casa y dice que se queda, se pone a saludar a diestro y siniestro. Me invita a entrar...me recuerda al programa de la Sexta "quien vive ahi"...porque la casa está muy chula y domitizada a tope. Desde su puerta se ven a todos los peregrinos pasar, y hablando de peregrinos, donde está su colega? En fin, esto es una locura y ya me estoy rallando. Me despido de Fidel con una cerveza en la mano, Angel llega en ese momento y bueno, soy un poco italiano y ataco cuando otros están en el avituallamiento.
En otro época de mi vida me habría quedado y habría continuado con el compañero por no ir a lo mío. Ahora no y lo agradezco.
La subida al Cebreiro es una subida larga, dura, constante, sin nada de sombra, con un silencio ensordecedor. Es como si la carretera o la montaña fuera consciente de que las personas que suben por ahí estan haciendo algo especial, que vienen de muy lejos y las guarda un respeto solemne. Son unos 8kms al 8 o 9% de media. Hace un calor espantoso, el gps no supera en ningún momento la velocidad de 10km/h y bajando...por distraerte miras a los lados, observas la montaña, atisvas los ultimos restos de nieve recuerdo de un invierno muy duro y frío como los de antes, pueblos que parecen caidos del cielo, tractorcillos haciendo equilibrios para labrar un pedazo de tierra, vacas que no levantan la cabeza al pasar a su lado...estarán acostumbradas. Mientras pienso esto, solo salen de mi voca suspiros, joderes, cago en todo y onomatopeyas de toda índole. Tan solo cambio el repertorio al adelantar a peregrinos como yo, animándoles, porque animándoles a ellos me animo a mi mismo. A la sombra de un arbol un bicigrino me asusta, argentino tendría que ser y me ofrece una onza de chocolate derretido, me saco un platano espachurrado del bolsillo y le digo que se lo cambio, me mira con cara de pocos amigos, arranco y sigo. Me da igual que esté en el camino, los argentinos no me caen bien.
El último km de subida se hace eterno, son varias semirectas que te hacen atisbar el final, intuyes los tejadillos de la localidad de O Cebreiro, puerta de Galicia y ultimo tramo del camino. El viento es fuerte, y unas lágrimas salen de mis ojos, no sé si por mecanismo de defensa del ojo o por algo más...yo creo que por algo más. Justo en ese momento me llama mi tía, al entrar en Galicia, y no puedo evitar la emoción al contarla por donde estoy, que casi he llegado y al colgar sé que ella está igual de emocionada. Como uno no está pendiente siempre del destino y de las señales que te da la vida pues ale, más leña al fuego.
Parada de rigor en el mirador desde donde se ve toda la subida y en realidad, toda la etapa desde Molinaseca, ya que desde allí tambien se vislumbra en tonos azulados la Sierra del Teleno, La Cabrera, Las Medulas...
Arranco y paro enseguida al ver una posada con sus bancos y sillas de maderas al sol, escuchando al otro lado de la puerta a los paisanos falando en galego, quiero disfrutar de mis primeros momentos en Galicia asi que me siento, pido una Estrella de Galicia y una empanada de zambourinhas. Prisa no hay y ahora casi todo es cuesta abajo...
Aunque mis recuerdos me engañan un poco, porque tras la subida no hay una bajada sino un contínuo sube y baja por las postrimerías de la Sierra de los Ancares, zona que tarde o temprano visitaré porque es uno de los pocos sitios vírgenes que queda en nuestro país, lugar casi deshabitado y lleno de tesoros naturales. Tras coronar primero el Alto de San Roque y a continuación el Alto del Poio a unos 1400 metros de altura es donde comienza la verdadera bajada. Unos 15kms hasta Triacastela. Estoy reventado y me dejo llevar sin prestar atención al GPS, pero cuando termino la bajada y veo la velocidad máxima caigo en por qué no me ha adelantado ningún coche...80km/h. Hace unos años, en mi primer camino, por aquí la guardia civil nos dio un toque por algo similar...
Finalizada la bajada y viendo las horas que son...tarde...decido ir por carretera hasta el final de la etapa, que por cierto, no tengo muy claro cual va a ser. Estoy cansadísimo y lo único que deseo es no subir ninguna cuesta más y que ese nubarrón que tengo enfrente no descargue. Es pensarlo y que pase. Menuda chupa de agua me ha caido en 5 minutos. Paro en la localidad de Samos para secarme un poco, y oye, gracias a esa empapada descubro un pequeño tesoro, uno de esos rincones idílicos que tiene el camino y que por desgracia, cuando vas en bici pasan desapercibidos porque vas a toda leche. El Monasterio de Samos. Foto de rigor, ingesta de plátano y gel de glucosa...y porque no tengo EPO que si no también cae.
Un paisano me comenta que Sarriá está 10 kms cuesta abajo, así que ya está hecho. Bajada y algún tramo en falso llano. Con mucho cuidado por cierto, porque en Galicia los coches y las bicis no se llevan muy bien. Bueno, los coches no se llevan muy bien con la carretera...van un poco deprisa. Una estampa que no puedo pasar de largo de ella... una máquina espendedora de bebidas en mitad de la nada, ejemplo más del negocio del Camino de Santiago por las tierras de Galicia.
Llegada a Sarriá, ciudad con dos partes diferenciadas. La zona "nueva", con edificios altos, tiendas, grandes avenidas, pufetillos y la el casco antíguo, muy cuco y atractivo pero en cuesta arriba, y que cuesta por dios. Después de más de 100kms una subida de un km con porcentajes entorno al 10%...y como me voy a bajar de la bici con lo macho y hombre que soy.
Aquí ya si que no hay problemas con los albergues porque hay para aburrir, y en estas fechas estan muy vacíos. Miro uno que parece un hotel rústico muy bien decorado y pa´dentro. El albergue era antetodo peculiar, por su decoración, su dueña y la gente que lo habitaba. Desde el pastor presbiteriano americano, a unos extremeños que no paraban de echar la caña, pasando por un empleado de banca burgales que al verme y oir mi pequeña historia, deja todo lo que estaba haciendo, se pone a llorar y me abraza, dándome ánimos y diciendo que soy el mayor exponente del Camino de Santiago. Me invita a cenar con él y unos amigos. Le preguno que donde está el bar donde van a cenar..."según sales del albergue a la izquierda"...yo, por supuesto, salí del albergue tras mi ducha reconfortante y giré a la derecha. No tenía el chichi pa farolillos.
Cena en un barecito escuchando a los galegos y a otros peregrinos. El Madrid gana. Heladito y charla con un chavalin que también estaba haciando el camino en bici y que estaba jodido por unas hemorroides, pero que lo iba a acabar fuera como fuera. Ole por él.
Llego al albergue, no hay ni Peter, me desnudo, me enfundo en el saco, escribo unas cuantas palabras, apago las luces, entro en la fase REM y....PLIM...se encienden las luces. Mi querido banquero burgalés, que donde estaba, que me están esperando para tomar una queimada, me saca del saco de dormir, la dueña del albergue se me queda mirando el "piquetón", pero que coño hace aquí esta tía. Me siento Harrison Ford en Air Force One, despertado porque unos talibanes han secuestrado a la mujer del presidente y me tienen que poner a salvo. Me visto como puedo. Llego al bar. Escucho la queimada, el conxuro, el ligoteo de los extremeños con una zagala de la tierra, el pastor presbiteriano que solo mira una hogaza de pan, la dueña del albergue no me quita ojo, el banquero burgales cogiendome todo el rato por el hombro y yo..bueno yo me tomo una taza del brebaje y me escuso muy educadamente haciendo como que me llamaban al movil.
Otro día de esos que piensas que tiene más de 24 horas. 102 kms y solo me quedan 120kms...que supongo que me los haré en dos días. De momento toca dormir, descansar, cerrar fuerte los ojos por si acaso vuelven.
Una etapa preciosa que finaliza con el toque de campanas de la iglesia...son las 12 de la noche.